Apertura 2007. Les guste o no les guste…

Entre la suave brisa soplando en las tribunas, más de 18 mil aficionados con los cuerpos en tensión, lanzaban esperanzados sus cánticos de guerra junto al mar. Aquí, en un ambiente de ensueño, a unos kilómetros de la Riviera Maya, un jugador desconocido decidió salir del exilio en que se encontraba para sacar un zurdazo inesperado.


Un poderoso izquierdazo que rasgó la acariciante brisa y a punto estuvo de romper las redes de la portería de Sergio Bernal. El zurdazo ha sido obra de un chico que responde al nombre de Clemente Ovalle, que tiene un salario simbólico y que comparte, incluso, un modesto apartamento en Cancún. Clemente Ovalle decidió compartir créditos y protagonismo con otro héroe como Federico Vilar. Y el chico, largo tiempo desapercibido en la Liga, que tuvo el atrevimiento de ese zurdazo desde fuera del área, sólo atinó a alzar los brazos y mirar al cielo mientras sus compañeros azulgranas lo cargaban en hombros. Una bella final para un ambiente inmejorable, que llevó al Atlante, casi un “homeles” en la Liga, un equipo sin hogar y en busca de aficionados al futbol, a conseguir su tercer título en la historia.

Contra todos los pronósticos, en medio de los prejuicios y las dudas que siempre despertó, varios lustros rechazado donde quiera que se paró, Atlante ha hecho lo impensable después de 14 años. Aquí, donde apenas perdió un solo partido en todo el torneo, Atlante sin otro vínculo con el éxito que su larga y azarosa historia, venció a los Pumas de Ricardo Ferretti, con un gol del venezolano Giancarlo Maldonado y un tremendo zurdazo de Clemente Ovalle.

Y es que aquí, justo en los altares del portero Federico Vilar, Pumas mordió la hierba a cinco minutos de terminar el tiempo reglamentario, cuando parecía que el duelo tendría un desenlace en los tiempos extras.

La sorprendente temporada de los Potros se concretó en Cancún, con el estandarte de la Virgen de Guadalupe acompañando en la vuelta olímpica a los jugadores atlantistas y con Vilar, quien más, agradeciendo a los dioses sus favores.

Una conquista trascendental, que obligó al “Tuca” Ferretti a mecerse los cabellos y mirar a cada segundo su reloj: el trono de la Liga estaba en venta y las carteras de los jugadores azulgranas estaban llenas. Sonó la tambora, se escuchó la música grupera y la brisa se olvidó de soplar. Sin ser un equipo abrumador, Atlante se coronó. Teniendo por supuesto, a “San Vilar”, el mejor portero del campeonato, muchas millas por delante de otros guardametas con tantos reflectores.

En estas circunstancias, con unos Pumas que hicieron todo el gasto en la Final y que fueron por largos minutos un equipo abrumador, avasallante, había que sobrevivir únicamente con un zurdazo y los vuelos de Vilar. Eso lo sabían los jugadores atlantistas, que seguirían la fiesta hasta la madrugada.


Fuente:
Publicado por Óscar Jiménez en Soccermanía Año 6 No. 50, p. 3 – 4.








No hay comentarios.:

Publicar un comentario

La recomendación del momento

Anónimo de Chalco – La flor y el canto

Brotan las flores, están frescas, medran, abren su corola. De tu interior salen las flores del canto: tú, oh poeta, las derramas sobre...

Lo más popular de la semana