Otello

Director: Franco Zefirelli.
Otelo – un general moro –.
Tenor: Plácido Domingo.
Desdémona – su esposa –.
Soprano: Katia Ricciarelli
Yago – alférez de Otelo –.
Barítono: Justino Díaz.
Casio – capitán de Otelo –.
Tenor: Urbano Barberini.
Orquesta y coros de la Scala de Milán dirigida por Lorin Maazel.

¿Se ha preguntado qué pasa si (en sentido figurado) mete en una licuadora a Shakespeare, Verdi, Boito, Domingo, Maazel, Zeffirelli y una buena dosis de traición, intriga, celos y pasión?

No sólo obtiene la gran tragedia de la literatura inglesa escrita en 1603 por William Shakespeare, Ni sólo la penúltima ópera del gran compositor italiano Giuseppe Verdi que le puso música al libreto de Arrigo Boito, estrenado en la Scala de Milán en 1887. Ni una de las mejores interpretaciones del tenor Plácido Domingo, una de las figuras más sobresalientes del bel canto que cuenta con más de 144 roles diferentes en su carrera. Obtiene una película que recrea con excelentes locaciones, escenografías, vestuario y música, las pasiones de Otelo, Desdémona, Yago y Casio, en cuatro actos.

Este filme es considerado por el crítico James Wegg una versión espectacular que hace honor a la figura de Zeffirelli como generador de grandes y costosas producciones. En su Otello utiliza a la luz y a la oscuridad como elementos que subrayan la tragedia, armonizando con la que es considerada la obra más oscura de Verdi. La música carece de las tan celebradas arias (canciones) y se concentra en el diálogo cargado de drama y tragedia.

Otelo, el moro de Venecia, es retratado por Zeffirelli según años de tradición, pues Shakespeare nunca indica su color de piel, pero los personajes se refieren a él como swarthy, ‘moreno’ o thicklips, ‘labios gruesos’. Este personaje representa el éxito (como guerrero) y el fracaso (como hombre). Su debilidad radica en dejarse guiar por sus sentimientos y no por la razón. Otelo, personaje y obra, hoy en día es el arquetipo de los celos extremos, pero no es el único personaje que los siente: también Yago quien, tras la victoria del moro, se siente traicionado por éste cuando nombra a Casio capitán de la armada, cardo que él esperaba obtener.

Verdi hace una introducción muy breve con orquesta u coro (que es el pueblo de Chipre) y de entre todas aquellas voces destaca la de Otelo, que se abre paso anunciando que la flota turca ha sido destruida: “¡Alegráos! El orgullo musulmán está sepultado en el mar”. Zeffirelli aprovecha esta escena para arrancar el filme de manera grandilocuente; vemos la furia del mar, la noche tormentosa, el barco que arriba victorioso e imponente al puerto, Otelo que ha de ser, por consecuencia, el nuevo gobernador se abre paso entre la multitud y todos lo celebran.

Según la crítica, Zeffirelli permite que los componentes musicales cedan paso a la riqueza visual de la obra. Este director italiano es aclamado por el detalle en la recreación de los periodos históricos – Romeo y Julieta (1968) o Hermano Sol, Hermana Luna (1972) – así como por la dirección artística de óperas, lo mismo para la pantalla grande que para el teatro – Pagliacci (1978) o La traviata (1982) –. Los escenarios, la iluminación,  las locaciones, el detallado vestuario, todo contribuye a la sordidez de la situación; las tomas cortas que presentan a los protagonistas muy cercanos a la cámara, sólo rodeado de materiales como madera o piedra desnuda, se conjuntan para meternos en la desesperación de Otelo, que muere literalmente de celos ante la posible infidelidad de su mujer.

Yago conduce y manipula la mente de los protagonistas: involucra a Casio en un pleito y éste es castigado por el moro. Después, le sugiere la intervención de Desdémona para solicitar la indulgencia de Otelo; ella, al hacerlo, se condena ante los ojos de su marido, que sucumbe a la desesperación. En el segundo acto Yago se regodea de su propia maldad y blasfema: “Creo en un Dios cruel que me creó a su semejanza, y que nombro con ira. De la vileza de un germen que me engendró vil. Soy malvado porque soy hombre; y siento el barro originario en mí. ¡Sí! ¡Ésta es mi fe!”.

Otelo demanda a Yago un prueba que delate a Desdémona. Nada más fácil de conseguir: un pañuelo que Otelo ha regalado a su mujer va a parar a manos de Casio por vía de Yago, quien lo ha hurtado. Ella, al ser cuestionada y no saber qué ha sido del pañuelo, está perdida. Yago instiga a Casio a que le muestre el pañuelo mientras Otelo los espía: venganza e intriga están consumadas. Yago se refiere al pañuelo así: “Ésta es la telaraña donde tu corazón cae, grita, es atrapado y muere”. Otelo no puede más, ciego y carente de toda razón ahorca a Desdémona. En ese momento todo se aclara; Emilia, la mujer de Yago, delata el robo del pañuelo, Casio declara que éste apareció entre sus cosas y Otelo se da cuenta de su fatal error, pero es demasiado tarde. Arrepentido y horrorizado, en medio de un final apoteósico de orquesta y en una toma de plano abierto, se quita la vida: “Antes de matarte, esposa mía, te besé. Ahora, antes de morir en la sombra donde yazgo otro beso, otro beso, ¡ah!... el último beso.”

La actuación de Plácido Domingo es impecable pero, según los expertos en ópera, el que se lleva las palmas es Justino Díaz. Se trata de una obra difícil de cantar y da la impresión de ser un duelo de notas e interpretación entre tenor y barítono. La ópera está hecha para el lucimiento de los protagonistas masculinos y la cinematografía de Zeffirelli se encarga de destacar a ambos. No es gratuito que éste filme fuera nominado al premio Oscar por Mejor diseño de vestuario y que obtuviera varios premios más, como el British Academy of Film and Television Arts – BAFTA – por mejor película en lengua extranjera. O que su director fuera nominado también a La Palma de Oro en Cannes.  



Fuente:
Por Victoria García Jolly en Revista Algarabía No. 125 Febrero 2015, p. 60 – 63.








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