Jesús. Misión pública. En la montaña

En la exhortación de la montaña, Jesús ha ofrecido una imagen de ese reino ya formador, por lo que los aspirantes a escuchar la palabra del Maestro están expectantes, saben que para asimilar esta enseñanza que están a punto de te­ner, deben escuchar no con el órgano físico del oído, sino con el corazón del espíritu que desea ser libre y justo en pensamiento, palabra y obra. Todos los asistentes esperan impacientemente la voz del nazareno quien finalmente les exhorta en señal de bienvenida: "Dichosos los espíritus en pobreza material, porque de ellos es el reino de los cielos, bienaventurados los que lloran, porque serán reconfor­tados".

El orador hace pausa viendo y esperando que la gente comprenda lo que acaba de decir y agrega: "Hay cuatro virtudes que causan daño y aflicción; el poder maravilloso de la humanidad, la pena por el infortunio humano, la generosidad íntima del corazón y el hambre de sed y justicia. También hay virtudes radiantes, activas y triunfantes; como la generosidad, la pureza de corazón y la bondad al actuar en la vida y la relación con el prójimo. ¡Dichosos los de co­razón puro, porque ellos verán a Dios!"

La multitud, casi en éxtasis, absorbe las palabras del Maestro, se sienten unidos y perciben el perfume del reino divino, saben que lo más hermoso es que está en el alma de quienes escuchan, están maravillados, ya que entienden perfectamente que, aquellos que poseen espíritu noble en la pobreza ¡ya son prósperos, más fuertes que Moisés y los mismos romanos!, las palabras de Jesús hacen efecto posi­tivo en corazones y almas de sus seguidores, se dan cuenta que ¡el paraíso, la morada de Dios, está en el interior de ellos!, descubren que están dispuestos a llevar a cabo todo lo que el Hijo de Dios les pida, como olvidar agravios, eli­minar todo deseo de maldad y venganza y lo mejor, amar al prójimo y a los enemigos.

Cuando él habla, todo es sencillo, comprenden que la vida interior del alma está sobre todas las acciones exterio­res, lo invisible sobre lo visible, el reino de Dios sobre los bienes del mundo, no hay lugar para dudas: "Estás con Dios o con Mammón y si es lo primero, entonces Ama a tu próji­mo como a ti mismo y sé tan perfecto como lo es el Padre celestial".

Con acciones y expresiones, modifica conceptos y cre­dos, explica clara y rotundamente la profundidad moral y científica, aunque muchos no comprendan cómo amar a los romanos o a los egipcios en lugar de pelear a muerte contra ellos si es indispensable, pero descubren que el supremo mandamiento es reproducir en el alma la perfección divi­na. Quienes han escuchado a Jesús, marchan tranquilos, reconfortados y animosos a sus hogares, quieren poner en práctica, sinceramente, las enseñanzas del Mesías y lograr así, un lugar en el reino de Dios.


Fuente:
Los Grandes. Jesús, Editorial Tomo, p. 114 – 115.

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