La cultura en la Nueva España

Vehículo de gran importancia para que se difundiera en México la cultura en los tiempos del Virreinato fue la imprenta, la cual ayudó no sólo a la evangelización, que era lo que los frailes querían principalmente, sino también a la enseñanza.

En la Nueva España hubo varios colegios. El primero en quedar establecido fue el de Texcoco; le seguía el de Tlatelolco, exclusivo para la educación superior de los indios.

El más importante fue la Real y Pontificia Universidad, abierta en 1553 bajo el gobierno del virrey Antonio de Mendoza. La Universidad recibió después gran impulso de parte del virrey don Luis de Velasco, y a ella asistieron, de preferencia, estudiantes criollos.

Otros colegios merecen mencionarse: el de San Juan de Letrán, para estudiantes mestizos, y el de San Ildefonso, para alumnos criollos, en la ciudad de México; el de San Nicolás, en Morelia; y el de San Juan Bautista en Guadalajara; pero hubo algunos más, también importantes, en las principales ciudades del país.

Muchas personas de la Nueva España se distinguieron por su aportación a la cultura, ya en las ciencias, ya en las letras.

Fray Alonso de la Veracruz (llamado así porque en aquella ciudad tomó hábito de religioso) descolló por muchos conceptos. Aprendió la lengua tarasca; trabajó en Michoacán con don Vasco de Quiroga, sustituyéndolo cuando Don Vasco se ausentaba; fundó, cosa importante en aquella época, varios conventos, como el de Cuitzeo; fue catedrático de la Universidad de México; escribió libros de Arte y Filosofía.

Juan Ruiz de Alarcón es uno de los más brillantes dramaturgos de la lengua española.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora fue hombre sapientísimo. Dominaba varias disciplinas: Matemáticas, Literatura, Historia, Astronomía.

Sor Juana Inés de la Cruz, la gran poetisa mexicana, fue mujer tan extraordinaria por su talento como por su sensibilidad. Acerca de ella se han escrito, merecidamente, varios volúmenes.

Pero un bello relato (el que ella misma hizo sobre su vida, para defenderse de quienes la censuraban por el amor y el interés que ponía en el estudio) nos habla de la pasión que desde sus primeros años sintió por los libros. “Desde que rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa mi inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones… han bastado a que deje de seguir este natural impulso…” Y luego añade: “Me abstenía de comer queso, porque oí decir que hacía rudos, y podía conmigo más el deseo de saber que el de comer, siendo éste tan poderoso en los niños”. Solía Juana, además, castigarse de otro modo y obligarse a estudiar: se cortaba cuatro o seis dedos de cabello, y se conservaba así hasta aprender lo que se proponía. Como en su época las mujeres no asistían a la Universidad, tuvo la idea de disfrazarse de hombre para alcanzar los beneficios de esa casa de cultura, y no es un acaso que uno de los más conocidos y famosos de sus poemas sea aquel en que combate las ideas que entonces tenían los hombres sobre la inferioridad de las mujeres.

Fuente:
Generación 1960. Mi libro Historia y Civismo. Cuarto Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 41 – 44. 
App CONALITEG Digital. Generación 1960. Cuarto Grado. Mi libro Historia y Civismo.

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