(Paris, 1 de enero de 1863-Ginebra, 2 de septiembre de 1937)
Pierre de Frédy, barón de Coubertin, tuvo inquietudes humanistas desde su juventud. Alumno de los jesuitas, cambio de rumbo y se inscribió a la carrera de Ciencias Políticas, donde adquirió fuertes convicciones republicanas, en oposición a los simpatizantes de la monarquía. A pesar de su origen y privilegios como miembro de la burguesía, estaba convencido de la urgencia de un cambio social impulsado por las transformaciones del sistema educativo.
Con ese fin realizó diversos viajes para conocer los progresos que se realizaban en Estados Unidos y los países de Europa. Estuvo en Inglaterra donde conoció los principios del Cristianismo muscular, que buscaba la perfección espiritual a través del deporte. Uno de sus viajes más significativos tuvo por destino Grecia, donde un equipo de arqueólogos había hallado las ruinas de los edificios asociados a los Juegos Olímpicos.
Su idea de revivirlos en la época moderna estuvo muy relacionada con el resto de su trabajo. Para él, la reunión deportiva con atletas de diferentes países era una manifestación pedagógica internacional que celebraba los modelos educativos de cada país en busca de la liberación del hombre. Por esa razón, en los inicios de los Juegos se daba tanta importancia a la cultura. Su lema fue Mens fervida in corpore lacertoso ("mente cultivada en cuerpo entrenado").
Fue el segundo presidente (1896-1925) del Comité Olímpico Internacional. Al término de sus responsabilidades al frente de éste se dedicó a las actividades de la Unión Pedagógica Internacional que él mismo fundó en Lausana. En la década de 1930 se implicó en la organización de los Juegos de Berlín 1936 y fue muy criticado por colaborar con el gobierno nazi. Murió al año siguiente en Ginebra, víctima de un infarto.
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