Mahoma. Tiempos de intolerancia

Terminada la campaña contra Siria, Mahoma se instaló en Medina y se dedicó a programar la administración de su creciente imperio, labor a la que dedicó todo su tiempo y su empeño, por lo que, al llegar el tiempo de la peregrinación, prefirió quedarse al mando del gobierno y delegar en Abu Bakr el cargo de Emir o líder de los peregrinos; la caravana partió con trescientos hombres y los camellos para sacrificar conforme la tradición. Pero al poco tiempo el Profeta tuvo una revelación, por lo que ordenó a su discípulo Alí que montara el Al Abdá, que era su camello más veloz, y fuera a La Meca a toda prisa para difundir allá la proclama que había recibido de Alá y que ya formaba parte del Corán.

Alí llegó a la ciudad santa y de inmediato convocó a una reunión masiva para cumplir con el encargo del Profeta y dar a conocer los nuevos decretos; en ellos se declaraba que de ahora en adelante Mahoma quedaba libre de todo pacto con los idólatras e incrédulos, y les concedía un plazo de cuatro meses para que reconsiderasen su condición de infieles y abrazaran la verdadera fe, o de los contrario serían muertos o condenados a pagar tributo; la persecución de los infieles sería implacable y quedaba derogada la tregua santa que se concedía en el mes de peregrinación; ahí mismo se ordenaba a los musulmanes que al pasar los cuatro meses señalados, debían perseguir a los infieles y matarlos o hacerlos prisioneros, sin considerar vínculo alguno de sangre o amistad, cualquiera que porfiase en su infidelidad al Islam debería correr la misma suerte, así se tratase de los propios padres. El decreto terminaba ordenando que una vez concluido el año en curso, ningún infiel podría entrar en las mezquitas o traspasar los límites sagrados de La Meca. 

Esta es una de las declaraciones más fuertes de Mahoma y representa una postura en extremo intolerante; los comentaristas musulmanes dicen que era ésta una medida obligada por la situación del momento, pues la política de pactos y tratados de paz que integraba a diversos grupos y comunidades se estaba haciendo ya inmanejable por medios diplomáticos y había que imponer la fuerza para mantener la unidad de un imperio apenas naciente; probablemente esto haya sido así, pero también fue una medida que dio un enorme vigor al Islam, proyectándolo al futuro como un gran imperio expansionista en el que los propios individuos tenían el derecho, e incluso la obligación, de someter por la fuerza a cualquiera que se atreviera a pensar distinto.

Fuente:
Los Grandes – Mahoma, Editorial Tomo, p. 141 – 142.

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