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Transformación de Jesús. Disposiciones para el cometido final

Después de la intensa labor de prédica del evangelio y la palabra de Dios, Jesús ya no acude a la gente, ella es la que va hasta donde él, pasa gran parte de su tiempo en su centro de actividades enseñando a la multitud e instruyendo a los doce discípulos.

Transformación de Jesús. En la casa de Pedro

Al estar nuevamente en Cafarnaúm, los trece se dirigen a la casa de Pedro, al estar allí, Jesús los reúne para preguntar­les directamente: "Cuando caminaban juntos esta tarde, ¿Se qué hablaban tan seriamente entre ustedes?", pero los dis­cípulos guardan silencio, porque varios de ellos tienen una larga discusión sobre los cargos que van a detentar en el reino venidero, sobre quién será el más grande y así sucesivamente, no han comprendido todavía que el reino del que les ha hablado Jesús durante mucho tiempo no es el Trono de Israel ni la herencia del rey David.

Transformación de Jesús. Protestas de algunos discípulos

Andrés, quien está tan confundido como los demás, comen­ta: "Maestro, mis hermanos y yo no comprendemos tus palabras. Creemos plena y totalmente que eres el Hijo de Dios, pero ahora escuchamos esas extrañas palabras acerca de dejarnos y morir a manos de los hombres, cuando tu misión es de salvación y redención".

Transformación de Jesús. Epiléptico

Jesús y sus tres compañeros llegan al campamento y se encuentran con una multitud reunida alrededor de los apóstoles, quienes discuten la situación médica de un niño de catorce años, proveniente de Tiberiades, hijo de San­tiago de Safed, afectado gravemente de epilepsia.

Transformación de Jesús

Después de esta larga visita de prédica a muchos poblados y ciudades de Israel, Jesús decide ir, junto con sus discípulos, al Monte Hermón o Hebrón en donde permanecerán dos días, preparándose espiritualmente para los grandes acontecimientos que se producirán en breve.

Jesús. Misión pública. Curación masiva

Un sábado, poco después de la puesta del sol en Cafarnaúm y en la casa de Pedro, unos cuantos judíos recuerdan unas palabras de Jesús expresadas en la sinagoga: "El odio es la sombra del miedo y la venganza, la máscara de la cobardía, ya que el hombre es el Hijo de Dios y no del dia­blo". Entonces, escuchan las voces de cientos de personas en el patio y al abrir la puerta, observan un gran número de enfermos que tienen la esperanza de lograr la curación de manos de Jesús.

Jesús en Galilea. Hermandad

Jesús indica a los doce mortales que acaban de escuchar su declaración sobre el reino, que se arrodillen en círculo alre­dedor de él, después, coloca sus manos sobre la cabeza de cada apóstol y los bendice, extiende sus manos al cielo y reza: "Padre mío, aquí te traigo a estos hombres, mis men­sajeros. Entre nuestros hijos de la tierra, he escogido a estos doce para que vayan a representarme como yo he venido para representarte. Ámalos y acompáñalos como tú me has amado y acompañado, concédeles sabiduría mientras deposito todos los asuntos del reino venidero entre sus ma­nos. Deseo, si es tu voluntad, permanecer algún tiempo en la tierra para ayudarlos en su trabajo por el reino. Te doy las gracias, Padre mío, por estos hombres y los confío a tu cuidado mientras me dedico a terminar la obra que me has encomendado.

Jesús en Galilea. Enseñanza final

Antes de su labor pastoral, Jesús habla a los doce discípu­los que están sentados a su alrededor: "Hermanos míos, la hora del reino ha llegado, cada uno de ustedes ha aprendido más sobre el reino de mi Padre, pero en este momento tengo algo más que decirles. El nuevo reino está a punto de establecerse en el corazón de sus hijos terrestres y está des­tinado a ser un dominio eterno. Solemnemente declaro que mi Padre no es el Dios de los judíos o de los gentiles, es el Señor del Universo y no tiene favoritos, por lo que muchos vendrán del este y del oeste para sentarse con nosotros en el reino del Padre, mientras que muchos hijos de Abraham y Moisés se negarán a entrar en esta nueva hermandad. El poder de este reino no consiste en el número, fuerza de los ejércitos ni en la cantidad de riquezas, sino en la gloria del espíritu divino que vendrá a enseñar la mente y dirigir el corazón de los ciudadanos renacidos de este reino celestial: los verdaderos hijos de Dios.

Jesús en Galilea. Primera labor

Jesús continúa enseñando a predicar el perdón de los pe­cados mediante la fe en Dios, sin penitencias ni sacrificios y que el Padre que está en los cielos ama a todos sus hijos con el mismo amor eterno, por lo que, cuando reúnen a la gente para hablarles de la palabra de Dios, se maravilla con las enseñanzas y el ministerio de Jesús y sus apóstoles, ya que contrastan con lo qué, los rabinos han enseña­do durante mucho tiempo a los judíos, que los ignorantes no pueden ser ni piadosos ni justos. Pero los apóstoles de Jesús si son piadosos y justos y sin embargo, ignoran ale­gremente gran parte de los conocimientos de los rabinos y de la sabiduría del mundo.

Jesús en Galilea. Tomás y Judas

Tomás el pescador y Judas el errante se encuentran con Je­sús y los apóstoles y Felipe presenta a Tomás como su candidato para el apostolado y Natanael a Judas Iscariote, el judío, para un honor similar. Jesús mira a Tomás y le dice: "Tomás, te falta fe; sin embargo, te recibo. ¡Sígueme!" Al último candidato, el Maestro le comenta: "Judas, todos somos de la misma carne y al recibirte entre nosotros, rue­go porque seas siempre leal con tus hermanos y no esperes de los demás lo que no estás dispuesto a dar ni creas que los demás actuarán de acuerdo con tus creencias sino con las que ellos tengan. ¡Sígueme!"

Jesús en Galilea. Felipe y Natanael

Aquel día, Jesús y sus cuatro discípulos-apóstoles parten para Galilea, antes de cruzar el Jordán para ir a Nazaret, miran por el camino a Felipe de Betsaida que viene hacia ellos con su amigo Natanael y siente mucho gusto de salu­dar a sus amigos.

Jesús en Galilea

Antes de partir, sabe ciertamente que es hora de pre­dicar el Evangelio del Reino de los Cielos en Galilea, lo cual significa que ya es momento de dar a conocer al mundo y principalmente a la gente sencilla y humilde, de los misterios revelados, de hacer accesible la doctrina de los grandes iniciados como él. Siente una enorme compasión por la humanidad que lo anima a que reciba la luz interna, ese poderoso sentimiento de amor, una enorme fe y una inextinguible energía para su accionar que sólo le pertenecerán a él pero que debe compartir con sus hermanos de la Tierra, el trae la esperanza y la vida.

Iniciación de Jesús

Para la importantísima labor que llevará a cabo, Jesús tiene que prepararse en todos los sentidos, para esto, toma dos decisiones muy importantes, la primera, viajar a todas las ciudades del mundo conocido que pueda y segunda, llevar a cabo un periodo de preparación física, mental, espiritual y divina que le permita su participación pública con la certeza de que sus palabras serán escuchadas no sólo en territorio judío sino en todo el orbe.

Juventud de Jesús

Cuando Jesús cuenta con veinte años o un poco más, encuentra en el “Libro de Enoc” un pasaje que lo incita a adoptar la expresión “Hijo del Hombre” para designarse durante su misión evangelizadora. Estudia cuidadosamente el concepto muy arraigado del Mesías judío y está firmemente convencido de que él no está destinado a ese papel ni personaje. Desea con el corazón ayudar al pueblo de su padre, pero nunca piensa ni desea estar al frente del ejército judío para liberar a Palestina de la dominación extranjera y principalmente, la romana. Tampoco cree que su misión como liberador espiritual o educador moral se limitará exclusivamente al pueblo judío, así entonces, la misión de su vida no puede ser de ninguna manera el cumplimiento de deseos y supuestas profecías mesiánicas de las escrituras hebreas, al menos no de la manera en que los judíos comprende estas predicciones de los profetas.

Jesús en el templo

Cuando María y José parten hacia su hogar, no se dan cuenta que Jesús no va con ellos sino hasta cuando llegan, ya que la costumbre es de que hombres y mujeres viajen aparte y cada uno de sus padres, creen que el joven viaja con el otro por lo que, cuando descubren que Jesús no viaja con ellos, regresan por su hijo a Jerusalén. Por su parte, Jesús casi no se da cuenta de que sus padres ya no están, pues su mayor interés y concentración está en acudir al templo, primero para escuchar a escribas y maestros y después para cuestionarlos en muchos aspectos, tanto religiosos como de la vida social de los judíos y es precisamente al tercer día cuando un gran número de personas se congregan para escuchar a este joven de Galilea y disfrutar plena y totalmente la experiencia de ver como un adolescente confunde a los sabios y eruditos de la ley.

Jesús en la escuela

Cuando Jesús tiene siete años, es la edad en que los niños judíos empiezan su educación formal en las escuelas de la sinagoga, por eso, en cuanto inician las clases también empieza su vida escolar en Nazaret. A tan temprana edad, el chico ya sabe leer, escribir y hablar con soltura arameo y griego, por lo que ahora es necesario aprender de la misma manera el hebreo. Durante tres años, hasta los diez, asiste a la escuela donde estudia las nociones del “Libro de la Ley”, tal como está redactado, en lengua hebrea. También memoriza las enseñanzas más profundas de la ley sagrada, logrando graduarse a los trece años, por lo que los dirigentes de la sinagoga lo entregan a sus padres como un “hijo del mandamiento”,  por lo tanto, ya es considerado como ciudadano responsable de la comunidad de Israel, con derecho a asistir a la Pascua en Jerusalén en compañía de sus padres.

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