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Mahoma. La última peregrinación

El poder de Mahoma aumentó grandemente a partir de aquel drástico decreto, pues dada la fuerza bélica del Islam y la licencia dada a sus seguidores para matar y saquear de manera privada, los jefes de las tribus y representantes de las comunidades se apresuraron a manifestar su adhesión incondicional a Mahoma, a su religión y a su gobierno. Mahoma estaba muy satisfecho con el rumbo que iban tomando las cosas cuando ocurrió una desgracia que lo llenó de tristeza, pues entonces murió Ibrahim, quien había sido su único hijo varón y que apenas tenía quince meses de edad. Al ver que el profeta lloraba delante del sepulcro de su hijo, uno de sus allegados, Abd al Rahmán le dijo:

Mahoma. Expedición contra Siria

Por medio de la prédica y la espada, Mahoma había llegado a convertirse en el dictador de todos los territorios árabes y el Islam era ahora una ideología incuestionable, pues daba coherencia y sentido a una nueva sociedad, pues los árabes eran ya una nación que tenía un dios, un sistema político, un libro, y un profeta.

Mahoma. Las batallas silenciosas

La instalación del Islam en el centro del mundo árabe fue un hecho pacífico, pero de cualquier manera un acto de fuerza y la imposición de un cambio muy drástico, tanto para los habitantes de La Meca como para las tribus de la región, quienes sentían estos cambios como una lesión en la sólida estructura social que se fundamentaba en tradiciones ancestrales, por lo que eran reacios a aceptar la nueva religión, y sobre todo someterse a un poder central, que tendía a rebasar el caudillismo que era parte de su sistema de vida.

Mahoma. La “política exterior”

Durante un tiempo, Mahoma permaneció en Medina, dedicado a crear una estructura política más evolucionada para lo que él ya concebía como un imperio, por lo que envió embajadores a los Estados que colindaban con los territorios árabes.

Koka Mimar Sinán

Nacido en algún lugar de Anatolla hacia el año 1491, Koca Mimar Sinán se educó en una escuela de élite en Estambul. Sus aptitudes como ingeniero militar llamaron la atención de Solimán I, quien lo nombró arquitecto imperial en 1538. Sinán creó obras maestras de la arquitectura islámica, como la Gran Mezquita de Solimán, en Estambul, donde está enterrado su benefactor. Cuando murió a la edad de 97 años, Sinán había construido 131 mezquitas y otros 200 edificios.


Fuente:
Por Roberto Piorno en Muy Interesante Historia, ‘El Islam. Los misterios de una religión’, Ed. Televisa, p. 71.

Mahoma. La batalla de Uhud

El poder de los musulmanes aumentaba constantemente, y de igual manera crecía el miedo y el odio de los coraixíes de La Meca, quienes no olvidaban la afrenta de Badr y sabían el peligro que representaba para ellos el crecimiento de las huestes del Profeta, quien tarde o temprano intentaría tomar su ciudad y someterlos a su ley. Abu Sufián había tomado el poder en la ciudad y lo compartía con Ikrima, hijo de Abu Chahl, quien también sentía un odio personal contra el Profeta y un gran deseo de venganza. Entre ambos organizaron el mayor ejército que se hubiera visto en la región, compuesto por tres mil hombres bien entrenados, la mayoría de ellos de la tribu de Coraix, aunque también de otras de las tribus que sentían la amenaza de ser avasallados por Mahoma.

Mahoma. La batalla de Badr

Después de dos años de establecido en Medina, el Profeta recibió el informe de que una caravana de mil camellos venía de Siria con rumbo a La Meca y que al frente de esa caravana iba nada menos que su gran rival, Abu Sufián, protegido por una pequeña guardia de treinta guerreros, pronto atravesarían la zona montañosa cercana a Medina, por lo que Mahoma se apresuró para reunir una tropa de trescientos catorce hombres y se dirigió por el camino de La Meca, hasta un valle regado por el río Badr, donde necesariamente debían pasar las caravanas, por lo que se aposentó ahí junto con sus hombres para esperarla. Pero también Abu Sufián tenía sus espías y se enteró de que Mahoma pretendía tenderle una emboscada, por lo que envió a un mensajero, de nombre Umair, para pedir refuerzos a La Meca. El mensajero llegó a La Meca extenuado; todos se alarmaron de la situación y el gobernador de la ciudad, Abu Chahl, quien, como recordaremos, era otro de los acérrimos enemigos de Mahoma, tomó cartas en el asunto y corrió la voz de alarma por toda la ciudad, llamando a las armas como si se tratara de una invasión. Al enterarse de que el ataque era contra Mahoma se adhirieron los coraixíes que se consideraban severamente ofendidos y se reunió una fuerza considerable, pues constaba de cien caballeros armados y setecientos camellos de apoyo que de inmediato se puso en camino, llevando al frente al mismo Abu Chahl, quien ya tenía setenta años, pero estaba sediento de venganza. Mientras tanto la caravana de Abu Sufián, quien había averiguado la localización de las fuerzas de Mahoma, avanzó por un camino alterno y pudo evadir el enfrentamiento, por lo que envió otro mensajero a La Meca para avisar que el peligro había pasado, pero el mensajero encontró al ejército de los coraixíes que avanzaban a marchas forzadas. Se celebró entonces una asamblea entre los jefes del ejército y no pudieron ponerse de acuerdo, pues mientras algunos querían continuar con la campaña para acabar de una vez por todas con su enemigo, otros preferían no someterse a un enfrentamiento peligroso, aunque sabían que su número era superior al de las huestes de Mahoma; finalmente la mayoría se decidió por continuar con la campaña punitiva mientras que una minoría decidió regresar a La Meca.

Islam. Del declive al resurgir. Preocupante declive

A finales del siglo XVII, mientras Europa iniciaba su desarrollo tecnológico y científico, el mundo islámico comenzó un inquietante declive. Los sultanes intentaron aplicar algunas reformas que no dieron fruto, dado que el ritmo de descomposición de su Imperio era mucho más rápido e intenso. A este deterioro se añadió la incapacidad del Imperio Otomano para impulsar un crecimiento económico apoyado en los avances tecnológicos. Tampoco supo frenar los diversos movimientos nacionales independentistas que fueron surgiendo en su territorio.

Mahoma. El apoyo de la espada

A partir del asentamiento en Medina y la construcción de la primera Mezquita, el Islam creció de una manera vertiginosa, pues era una ideología como hecha a la medida del pueblo árabe y representaba su entrada en la historia del mundo civilizado. Antes de este auge inusitado, la actitud del Profeta y sus principales seguidores había sido humilde, paciente y resignada; en especial, Mahoma había tenido que soportar durante trece años toda clase de vejaciones, persecuciones y atentados; pero ahora él y su gente no sólo se sentían dueños de la verdad, sino también de la fuerza, por lo que poco a poco el discurso del profeta fue cambiando, hasta que llegó a convertirse en una virtual declaración de guerra contra todos aquellos que no aceptaran su doctrina:

Islam. Del declive al resurgir. Introducción

El Imperio Otomano experimentó un declive progresivo que concluyó con su desaparición tras la Primera Guerra Mundial. Después, el convulso siglo XX aportó nacionalismos, revoluciones y grandes cambios.

Mahoma. El primer templo

La entrada en Medina realmente significó para Mahoma el principio de un tiempo nuevo para él y para el mundo, pues de pronto se percibió con toda claridad que estaba naciendo un fenómeno cultural nuevo, antes de eso la propuesta de Mahoma no había sido más que una postura disidente, como muchas otras que habían surgido en la historia de los pueblos árabes y que se habían diluido o habían dejado sus huellas en esa especie de sincretismo cultural y religioso que se manejaba más como un conjunto de mitos que como una religión; pero el Islam se perfilaba como algo totalmente distinto, como la superación de todo lo anterior y la creación de una ideología nueva y de extraordinario vigor; de ahora en adelante los árabes tendrían una sólida estructura religiosa, en vez de múltiples supersticiones, tendrían un líder lúcido y carismático y tenían también su propio libro, lo único que les faltaba era el templo, lo que para aquellos pioneros de la nueva fe no era solamente el lugar físico, sino el concepto de un sitio de reunión, la sacralización de sus creencias, y sobre todo el reconocimiento público de la categoría del Islam como religión independiente del judaísmo y del cristianismo; la gran fuerza que habían adquirido en Medina les permitió conseguir la autorización para practicar su religión de manera pública y formal, lo que en términos políticos era más importante que la estructura física del templo; pero en términos psicológicos y sociales, la construcción del templo era fundamental para reforzar el sentimiento de pertenencia y solidaridad que daría lugar a un núcleo social sólido. El terreno que se pudo conseguir era un antiguo cementerio en el que habían crecido infinidad de palmeras, por lo que el primer trabajo consistió en el traslado de los cuerpos humanos, el talado de las palmeras y el desbroce del terreno. El propio Mahoma participó desde el principio en los trabajos, sin sospechar que de alguna manera estaba preparando su propia rumba, pues es ahí donde descansan sus restos, así que todavía se le llama Maschid al Nabi o "Mezquita del Profeta". La construcción original era muy rústica, los muros de tierra y ladrillo, los soportes estaban hechos con los troncos de palmeras que se encontraban en el propio terreno, y el techo con las hojas de las palmeras; sin embargo el trabajo comunitario representó una nueva actitud social por parte de la gente, pues al integrarse a la nueva doctrina y trabajar en solidaridad se rompían los antiguos vínculos tribales y se construía una nueva sociedad, por lo que todos sentían que aquel templo era el símbolo de una nueva vida.

Islam. Mayoría de edad. Selim y Solimán

Durante su gobierno en Egipto, los herederos de Saladino compraron numerosos esclavos mamelucos en Rusia y en el Mar Caspio, muchos de los cuales recibieron una esmerada educación islámica, sirviendo en las casas de las familias egipcias más acomodadas. Aquellos esclavos tan bien adiestrados prosperaron con el tiempo y lograron penetrar en los círculos de poder del reino. Finalmente, en el año 1250 se sublevaron y tomaron el poder en El Cairo, fundando la dinastía Mameluca.

Mahoma. El año del luto

El momento de mayor peligro para Mahoma y sus correligionarios fue el estado de sitio al que se los sometió en el castillo de Abu Talib; en aquellos momentos ellos no contaban con suficientes fuerzas para luchar contra un enemigo poderoso y el apoyo popular era muy escaso; pero esa situación se superó de manera casi milagrosa, y en alguna medida se revirtió a favor de los musulmanes, pero no tanto como para que ellos pudieran considerarse triunfadores, pues pasados tres años desde aquella crisis las contradicciones continuaban y el decreto en contra de Mahoma y sus seguidores seguía pegado en la Kaaba, por lo que permanecía vigente, pero no en todas sus cláusulas, pues por efecto del tiempo, algunas partes del decreto ya eran ilegibles; finalmente la humedad terminó borrando casi todas las palabras, con excepción de las primeras: En tu nombre, Dios Todopoderoso..., y lo demás ya era ilegible, por lo que la gente simplemente consideró que el decreto estaba anulado y nadie puso reparo alguno en que Mahoma y sus seguidores regresaran a La Meca. Algunos escritores musulmanes sugieren que fue la voluntad de Alá la que borró el decreto y con ello liberó a su profeta del anatema que se cernía sobre él; pero independientemente de las creencias que motiva la fe, la realidad fue que en esos tres años los detractores de Mahoma, con Abu Sufián a la cabeza, habían disminuido, mientras que los adeptos o simples simpatizantes habían aumentado considerablemente, no sólo en La Meca, sino en muchas regiones árabes, por lo que aquel decreto, y en general la hostilidad de los detractores había perdido fuerza, al grado de que la situación se estaba revirtiendo a favor de los musulmanes, pues las conversiones aumentaban grandemente, por lo que todo iba viento en popa para el profeta; pero pronto habrían de aparecer dos grandes sombras en su camino; la primera de ellas fue la muerte de su tío y protector Abu Talib, quien fue muy longevo para los estándares de la época, pues murió a los ochenta años de edad. Algunos autores dicen que en sus últimos momentos abrazó la fe del Islam, aunque otros dicen que solamente renunció a sus creencias idólatras, pero que permaneció fiel a las tradiciones de sus ancestros; cualquiera que haya sido el caso, para Mahoma y sus fieles fue una gran pérdida, pues Abu Talib seguía siendo un elemento de cordura en medio de la contienda ideológica y política.

Islam. Mayoría de edad. Declaración de guerra

Alarmado por aquella iniciativa, Constantino decidió enviar a varios embajadores para que intentaran involucrar a Mehmet II en un acuerdo de paz. Como respuesta, el sultán ordenó decapitar a los representantes bizantinos, lo que significó la declaración de guerra. Una lluviosa mañana de abril de 1453, los angustiados habitantes de Constantinopla comprendieron que su final estaba cerca. Durante la noche, el ejército turco había tomado posiciones frente a la ciudad. En la lejanía, entre una nube de polvo, un compacto grupo de setenta bueyes tiraba lentamente del gigantesco cañón diseñado por el ingeniero húngaro conocido como Urban.

Mahoma. Los tiempos difíciles

Durante su vida como reformador religioso, Mahoma enfrentó graves dificultades y remontó obstáculos, pero tal vez nada fue tan difícil como el principio de su apostolado, cuando tuvo que soportar algo más duro que la hostilidad o la violencia: la indiferencia, e incluso la burla de sus conciudadanos e inclusive de su propia familia. Cuando él decidió dejar de actuar en la oscuridad y el secreto y comenzar su prédica pública, la gente murmuraba y reía a su paso, o lo increpaban con bromas de mala intención, para otros él era simplemente un pobre alienado que sufría ataques y delirios en los que pretendía comunicarse con los ángeles.

La expansión del Islam

Una vez que lograron hacer de lado a los Omeya, los abasíes pusieron en pie una dinastía que abarcó cinco siglos. Fue el momento de mayor expansión del islam, en el que eminentes pensadores y artistas alumbraron una inigualable cultura árabe clásica. 

Bajo el gobierno abasí, Bagdad se convirtió en una ciudad floreciente e importantísimo centro comercial en cuyo bazar deslumbraban los rubíes procedentes de Yemen, las esmeraldas de Egipto o las turquesas de Irán. Los abasíes también mantuvieron contactos comerciales con la riquísima Constantinopla, capital del Imperio Romano Oriental, y soñaron con conquistarla algún día. De hecho, las tropas árabes intentaron tomarla sin éxito en los primeros años del islam.

Alá es el único Dios… y Mahoma su profeta

Además de los beneficios que le daba el ser esposo de una de las mujeres más ricas de la ciudad, las dotes intelectuales y morales de Mahoma le fueron dando un gran prestigio en la ciudad, por lo que se le comenzó a llamar Al Amin, lo que significa, "el fiel", en el sentido de la fidelidad árabe, que se entiende como aquel que es dueño de nobles valores y no es capaz de traicionarlos. Así que poco a poco se convirtió en un rector de lo justo para sus conciudadanos, como se cuenta en la siguiente anécdota:

Rutas comerciales del Islam

El comercio desempeñó un papel importante en la vida económica del islam. Para activarlo se utilizaron numerosas rutas terrestres, a través de grandes caravanas de camellos, y vías marítimas que enlazaban los puertos del Imperio y los del mundo cristiano. Una de las rutas importantes era la que transcurría por Siria, Irak, Irán, el Golfo Pérsico, India y China. Los árabes también penetraron en África y mantuvieron contactos comerciales con núcleos no musulmanes, como Constantinopla, Venecia, Génova y las poblaciones veragas (vikingos de Suecia) que habitaban las estepas rusas. Las rutas comerciales constituyeron durante siglos su riqueza y verdadera razón de ser. Por ellas circularon el oro de Sudán, los esclavos negros, la seda, la pimienta y las perlas de Oriente.

Mahoma. Kadidja, la compañera

El primer viaje que realizó entusiasmó tanto al joven Mahoma que a partir de ahí se convirtió en un activo comerciante y acompañó a sus tíos en varios viajes; cuando tenía dieciséis años marchó al Yemen con su tío Zubair, aunque en esta ocasión no era una mercancía común la que llevaban, sino armas para abastecer a la tribu de los kiraníes, quienes luchaban contra los Hawazin, siendo éste el primer contacto de Mahoma con la guerra, lo que también puede considerarse un antecedente formativo, pues el Islam no solamente se diseminó con la fe y el Corán, sino también con la espada, lo que no es parte de su concepción filosófica y religiosa, pero sí de las condiciones históricas en las que evolucionó.

Nace el Islam

En su primera fase de apogeo, el islamismo se extendió con rapidez y conquistó amplios territorios en Persia, Irán, Siria y el norte de África. Las nuevas riquezas que afluían y la lucha por el poder originaron grandes tensiones que desembocaron en el enfrentamiento entre chiíes y suníes.

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