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Mahoma. La partida del Profeta

Era ya el décimo año del Islam, a partir de la Hégira, y el aparato político y bélico de Mahoma estaba en buenas condiciones para emprender su gran proyecto: la invasión a Siria; el espíritu del profeta seguramente seguía lleno de energía, pero no así su cuerpo, por lo que él no podría encabezar esta anhelada expedición. Muchos de sus allegados sospechaban que tampoco su mente se encontraba en buenas condiciones, pues para comandar esta importante empresa desdeñó a sus experimentados generales y nombró a un joven de veinte años, Usama, quien no tenía más virtud que ser hijo de Zaid, su fiel compañero que había muerto en la batalla de Muta. Mahoma utilizó el argumento del heroísmo del padre para convencer a los generales de la justicia de su elección, y aunque ellos no quedaron muy convencidos, Mahoma le entregó su estandarte, lo que le daba el poder de mando. La columna partió una mañana y avanzó pocos kilómetros ese día, para acampar en el valle de Churf.

Mahoma. El asedio de Jaibar

Tal vez para compensar la imagen de debilidad que se había formado entre su gente por la fallida peregrinación a La Meca, para generar un nuevo entusiasmo entre sus seguidores, o tal vez por el botín, Mahoma organizó una expedición de guerra en contra de los habitantes de la ciudad de Jaibar, que en su mayoría eran judíos, enriquecidos por el comercio y la buena agricultura de la región. Esta ciudad se encontraba a cinco días de camino de Medina y se había convertido en un refugio para todos aquellos que eran hostilizados por los musulmanes, en especial los judíos que habían tenido que salir de Medina, por lo que bien podía considerarse que esta ciudad estaba habitada por enemigos de la fe, lo que probablemente fue el argumento de Mahoma en aquella campaña.

Mahoma. Un tratado de paz

Habían transcurrido seis años desde la Hégira y Mahoma había logrado ya la consolidación de su sistema religioso, aunque actuando más como político que como místico, pues su fuerza radicaba en su organización social y su capacidad bélica. Pero la propuesta de Mahoma estaba vinculada indisolublemente con las tradiciones del mundo árabe y éste tenía por centro a la ciudad de La Meca y a la Kaaba, por lo que el Islam no podría imponerse completamente sin asentarse precisamente en el corazón de la personalidad árabe.

Mahoma. La batalla de Uhud

El poder de los musulmanes aumentaba constantemente, y de igual manera crecía el miedo y el odio de los coraixíes de La Meca, quienes no olvidaban la afrenta de Badr y sabían el peligro que representaba para ellos el crecimiento de las huestes del Profeta, quien tarde o temprano intentaría tomar su ciudad y someterlos a su ley. Abu Sufián había tomado el poder en la ciudad y lo compartía con Ikrima, hijo de Abu Chahl, quien también sentía un odio personal contra el Profeta y un gran deseo de venganza. Entre ambos organizaron el mayor ejército que se hubiera visto en la región, compuesto por tres mil hombres bien entrenados, la mayoría de ellos de la tribu de Coraix, aunque también de otras de las tribus que sentían la amenaza de ser avasallados por Mahoma.

El Corán. Palabra de Dios. Comunidad de creyentes

El propio Corán refleja este giro. Cuenta con 114 suras o capítulos de diferente longitud los cuales se dividen en dos troncos principales: las suras mequinesas y las suras medinenses, estas últimas dictadas por el Ángel de la Revelación tras la forzada Hégira.

Las primeras aluden sobre todo al juicio final y la resurrección. El mensaje es muy sencillo y diáfano, calcado de la Tora y los Evangelios. El profeta advierte a los hombres que deben ser conscientes de sus acciones porque hay un Dios vigilante pero misericorde que los juzgará por ellas: "Los buenos alcanzarán el cielo y los malos el infierno" (El Corán, 81 1-14). Mahoma también trata de reafirmar su posición. Aquellos que nieguen la unicidad de Dios, que no reconozcan la misión de los profetas, arderán en la Gehena. Estas suras mequinesas suelen estar formadas por aleyas (versos) cortas, rítmicas, con una cadencia similar a la poesía preislámica. Imprecativas, se dirigen de forma directa al creyente para amonestarlo. Describen con pasión el mundo, el cielo, el paraíso; y se canta al Dios único, plagado de bondad. La temática y las enseñanzas demuestran influencia de la historia bíblica: desfilan personajes como Moisés, José o Jesús. Uno de los mejores ejemplos de esta similitud es la profesión de fe: "No hay más Dios que Alá y Mahoma es su Profeta", muy similar al verso de Isaías 5, "Soy Yahvé, sin igual. Fuera de mí no hay otro Dios".

El Corán. Palabra de Dios. La esencia

Para poder profundizar en la esencia de El Corán, conviene sumergirse antes en la tierra y en la sociedad en la que emergió: la Arabia del siglo VII. 

Era una vasta extensión de arena, montes y rocas salteada de oasis en la que diversas tribus luchaban por el control del comercio y los escasos acuíferos. Aparte de cierto pastoreo, las principales actividades eran el trasiego de caravanas y el pillaje. Las mercancías se desembarcaban en el puerto yemení de Adén y eran transportadas en largas hileras de camellos hasta el acaudalado oasis de La Meca, patria de mercaderes paganos, adoradores de betilos. El más importante de éstos era un trozo de obsidiana -la célebre Piedra Negra-, que se veneraba en un santuario cúbico conocido como la Kaaba. Desiertos y oasis hospedaban también diferentes comunidades de judíos y cristianos. La colonia judía más poderosa habitaba en el palmeral de Medina, donde Mahoma halló refugio en el año 622, cuando huyó de la animadversión de sus conciudadanos de La Meca, suceso conocido como la Hégira. 

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