El bufón había desaparecido. Ni rastro de él. Tan sólo una densa murmuración de pasos en la profundidad de aquel vagón, calada sucesivamente a los otros eslabones de tren, probablemente hasta el sopor de la noche, revelando, tal vez, que había decidido marchar o quizás era sólo que jamás había estado allí y se oía el rumor de los pasajeros que, a buen seguro, estarían tratando de bajar los vagones.
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Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 5
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Ciudadano del mundo, economista de carrera, bloguero por pasatiempo, docente por situaciones del destino
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