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Detrás del velo. Yo te repudio

En países como Siria, Irak o Pakistán, para divorciarse hay que pedir un permiso al Estado, que suele ir acompañado por un certificado médico de esterilidad de la primera mujer, mientras que en Túnez o Argelia la poligamia está prohibida. Las trabas para que una mujer pueda romper su matrimonio son todas. Según el islam, una mujer propiedad de un hombre desequilibra menos la sociedad que una divorciada independiente. Económicamente tendrá que devolver la dote a modo de compensación (su marido ya no la puede utilizar sexualmente), lo que en países como Afganistán implica morir de hambre a pesar de que puede mantener sus propiedades de soltera (una mujer hereda la mitad de lo que heredaría cualquier hombre de su familia). Eso sí, para pedir el divorcio debe demostrar que el hombre no puede cumplir con el nafaghe. El podrá repudiar a su mujer siempre que quiera de manera unilateral, y la ruptura podrá ser revocable o irrevocable. Basta con decir "yo te repudio" tres veces seguidas.

Detrás del velo. Cultura del sometimiento

Afortunadamente no todo está prohibido. El amor es agradable a los ojos de Dios, igual que el sexo. Eso sí, siempre dentro del matrimonio, el estado natural del ser humano. La soltería es prácticamente inexistente y la homosexualidad es la vía más rápida para la ejecución. Hombres y mujeres están obligados a proporcionarse placer porque todo miembro insatisfecho está en peligro de fitna y, por tanto, de pecar.

Detrás del velo. Introducción

La discriminación que las mujeres sufren en los países de mayoría musulmana es consecuencia de una interpretación tendenciosa de sus textos sagrados. Desigualdad, prohibiciones y castigos coartan la libertad femenina para perpetuar el dominio del varón. 

La condición de las mujeres en el islam es difícil de definir. Hace ya casi 1,500 años, esta religión aunó fe e ideología y reorganizó a la antigua sociedad tribal árabe con nuevas leyes sobre el vestir, las relaciones, en general todos los aspectos de la vida. La "Arabia feliz" de la época de la Yahiliya -preislámica- dejó de serlo, sobre todo para ellas. El islam triunfó sobre las divinidades femeninas como Allat -dama de la guerra-, Al-Ozza -la muy poderosa- y Manat -la diosa del destino y de la muerte-. Esto no sólo significó la sumisión del ser humano a un único Dios varón, sino que supuso el sometimiento del sexo femenino bajo el masculino.

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