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Mahoma. Un tratado de paz

Habían transcurrido seis años desde la Hégira y Mahoma había logrado ya la consolidación de su sistema religioso, aunque actuando más como político que como místico, pues su fuerza radicaba en su organización social y su capacidad bélica. Pero la propuesta de Mahoma estaba vinculada indisolublemente con las tradiciones del mundo árabe y éste tenía por centro a la ciudad de La Meca y a la Kaaba, por lo que el Islam no podría imponerse completamente sin asentarse precisamente en el corazón de la personalidad árabe.

Mahoma. Una batalla especial: El foso

Aunque el triunfo en la batalla de Uhud salvó el honor de los coraixíes, no resolvió sus necesidades de seguridad, pues el Profeta seguía vivo y extraordinariamente activo en su labor de acumulación de poder, por lo que los jerarcas del grupo de Abu Sufián decidieron hacer una campaña a largo plazo que fuese definitiva, para ello formaron una confederación con todas aquellas tribus que se consideraban amenazadas por el avance del Islam, además de los judíos ofendidos por Mahoma, especialmente los pertenecientes a la tribu de Nadr, quienes habían sido expulsados de Medina. Con esta organización lograron reunir una fuerza de diez mil hombres y con este formidable ejército se pusieron en marcha hacia Medina, decididos a acabar con Mahoma y los musulmanes de una vez por todas.

Mahoma. La batalla de Uhud

El poder de los musulmanes aumentaba constantemente, y de igual manera crecía el miedo y el odio de los coraixíes de La Meca, quienes no olvidaban la afrenta de Badr y sabían el peligro que representaba para ellos el crecimiento de las huestes del Profeta, quien tarde o temprano intentaría tomar su ciudad y someterlos a su ley. Abu Sufián había tomado el poder en la ciudad y lo compartía con Ikrima, hijo de Abu Chahl, quien también sentía un odio personal contra el Profeta y un gran deseo de venganza. Entre ambos organizaron el mayor ejército que se hubiera visto en la región, compuesto por tres mil hombres bien entrenados, la mayoría de ellos de la tribu de Coraix, aunque también de otras de las tribus que sentían la amenaza de ser avasallados por Mahoma.

Mahoma. La batalla de Badr

Después de dos años de establecido en Medina, el Profeta recibió el informe de que una caravana de mil camellos venía de Siria con rumbo a La Meca y que al frente de esa caravana iba nada menos que su gran rival, Abu Sufián, protegido por una pequeña guardia de treinta guerreros, pronto atravesarían la zona montañosa cercana a Medina, por lo que Mahoma se apresuró para reunir una tropa de trescientos catorce hombres y se dirigió por el camino de La Meca, hasta un valle regado por el río Badr, donde necesariamente debían pasar las caravanas, por lo que se aposentó ahí junto con sus hombres para esperarla. Pero también Abu Sufián tenía sus espías y se enteró de que Mahoma pretendía tenderle una emboscada, por lo que envió a un mensajero, de nombre Umair, para pedir refuerzos a La Meca. El mensajero llegó a La Meca extenuado; todos se alarmaron de la situación y el gobernador de la ciudad, Abu Chahl, quien, como recordaremos, era otro de los acérrimos enemigos de Mahoma, tomó cartas en el asunto y corrió la voz de alarma por toda la ciudad, llamando a las armas como si se tratara de una invasión. Al enterarse de que el ataque era contra Mahoma se adhirieron los coraixíes que se consideraban severamente ofendidos y se reunió una fuerza considerable, pues constaba de cien caballeros armados y setecientos camellos de apoyo que de inmediato se puso en camino, llevando al frente al mismo Abu Chahl, quien ya tenía setenta años, pero estaba sediento de venganza. Mientras tanto la caravana de Abu Sufián, quien había averiguado la localización de las fuerzas de Mahoma, avanzó por un camino alterno y pudo evadir el enfrentamiento, por lo que envió otro mensajero a La Meca para avisar que el peligro había pasado, pero el mensajero encontró al ejército de los coraixíes que avanzaban a marchas forzadas. Se celebró entonces una asamblea entre los jefes del ejército y no pudieron ponerse de acuerdo, pues mientras algunos querían continuar con la campaña para acabar de una vez por todas con su enemigo, otros preferían no someterse a un enfrentamiento peligroso, aunque sabían que su número era superior al de las huestes de Mahoma; finalmente la mayoría se decidió por continuar con la campaña punitiva mientras que una minoría decidió regresar a La Meca.

Mahoma. El apoyo de la espada

A partir del asentamiento en Medina y la construcción de la primera Mezquita, el Islam creció de una manera vertiginosa, pues era una ideología como hecha a la medida del pueblo árabe y representaba su entrada en la historia del mundo civilizado. Antes de este auge inusitado, la actitud del Profeta y sus principales seguidores había sido humilde, paciente y resignada; en especial, Mahoma había tenido que soportar durante trece años toda clase de vejaciones, persecuciones y atentados; pero ahora él y su gente no sólo se sentían dueños de la verdad, sino también de la fuerza, por lo que poco a poco el discurso del profeta fue cambiando, hasta que llegó a convertirse en una virtual declaración de guerra contra todos aquellos que no aceptaran su doctrina:

Mahoma. El primer templo

La entrada en Medina realmente significó para Mahoma el principio de un tiempo nuevo para él y para el mundo, pues de pronto se percibió con toda claridad que estaba naciendo un fenómeno cultural nuevo, antes de eso la propuesta de Mahoma no había sido más que una postura disidente, como muchas otras que habían surgido en la historia de los pueblos árabes y que se habían diluido o habían dejado sus huellas en esa especie de sincretismo cultural y religioso que se manejaba más como un conjunto de mitos que como una religión; pero el Islam se perfilaba como algo totalmente distinto, como la superación de todo lo anterior y la creación de una ideología nueva y de extraordinario vigor; de ahora en adelante los árabes tendrían una sólida estructura religiosa, en vez de múltiples supersticiones, tendrían un líder lúcido y carismático y tenían también su propio libro, lo único que les faltaba era el templo, lo que para aquellos pioneros de la nueva fe no era solamente el lugar físico, sino el concepto de un sitio de reunión, la sacralización de sus creencias, y sobre todo el reconocimiento público de la categoría del Islam como religión independiente del judaísmo y del cristianismo; la gran fuerza que habían adquirido en Medina les permitió conseguir la autorización para practicar su religión de manera pública y formal, lo que en términos políticos era más importante que la estructura física del templo; pero en términos psicológicos y sociales, la construcción del templo era fundamental para reforzar el sentimiento de pertenencia y solidaridad que daría lugar a un núcleo social sólido. El terreno que se pudo conseguir era un antiguo cementerio en el que habían crecido infinidad de palmeras, por lo que el primer trabajo consistió en el traslado de los cuerpos humanos, el talado de las palmeras y el desbroce del terreno. El propio Mahoma participó desde el principio en los trabajos, sin sospechar que de alguna manera estaba preparando su propia rumba, pues es ahí donde descansan sus restos, así que todavía se le llama Maschid al Nabi o "Mezquita del Profeta". La construcción original era muy rústica, los muros de tierra y ladrillo, los soportes estaban hechos con los troncos de palmeras que se encontraban en el propio terreno, y el techo con las hojas de las palmeras; sin embargo el trabajo comunitario representó una nueva actitud social por parte de la gente, pues al integrarse a la nueva doctrina y trabajar en solidaridad se rompían los antiguos vínculos tribales y se construía una nueva sociedad, por lo que todos sentían que aquel templo era el símbolo de una nueva vida.

Mahoma. Los tiempos difíciles

Durante su vida como reformador religioso, Mahoma enfrentó graves dificultades y remontó obstáculos, pero tal vez nada fue tan difícil como el principio de su apostolado, cuando tuvo que soportar algo más duro que la hostilidad o la violencia: la indiferencia, e incluso la burla de sus conciudadanos e inclusive de su propia familia. Cuando él decidió dejar de actuar en la oscuridad y el secreto y comenzar su prédica pública, la gente murmuraba y reía a su paso, o lo increpaban con bromas de mala intención, para otros él era simplemente un pobre alienado que sufría ataques y delirios en los que pretendía comunicarse con los ángeles.

Alá es el único Dios… y Mahoma su profeta

Además de los beneficios que le daba el ser esposo de una de las mujeres más ricas de la ciudad, las dotes intelectuales y morales de Mahoma le fueron dando un gran prestigio en la ciudad, por lo que se le comenzó a llamar Al Amin, lo que significa, "el fiel", en el sentido de la fidelidad árabe, que se entiende como aquel que es dueño de nobles valores y no es capaz de traicionarlos. Así que poco a poco se convirtió en un rector de lo justo para sus conciudadanos, como se cuenta en la siguiente anécdota:

25 Datos de Mahoma

 

1

La Kaaba es el centro de la peregrinación a la Meca, esta peregrinación conecta a los musulmanes con sus orígenes y su identidad.

2

El encuentro con el Arcángel Gabriel desató en Mahoma la convicción por el desarrollo espiritual de su pueblo.

3

La labor profética de Mahoma comenzó de manera muy difícil, ya que incluso su familia se convirtió en uno de sus enemigos.

4

Mahoma no quería fundar una nueva religión sino reformar el judeocristianismo.

5

Una de las mezquitas más grandes de la Meca fue construida en el siglo XVII, tiene capacidad para 10,000 personas.

6

Se dice que Mahoma llegó a realizar milagros para ganar adeptos, pero esta afirmación contrasta con sus ideas acerca de este tema.

7

Tras quedar desamparado Mahoma se refugia en Taif, donde experimenta otra visión sobrenatural.

8

Al buraq (el relámpago) era el nombre del caballo materializado por el Arcángel Gabriel, tenía rostro humano, cuerpo de equino y alas.

9

Según algunos escritores Mahoma fue levantado por el Arcángel Gabriel sobre las montañas, otros sostienen que fue llevado por Al buraq.

10

Durante su visita a los siete cielos, Mahoma pudo hablar con los grandes profetas de la historia como Moisés.

11

Abraham e Ismael edificaron la Kaaba, después se introdujeron ídolos dentro de este recinto sagrado, esto molestaba fuertemente a Mahoma.

12

La ciudad de Medina fue una de las plataformas de lanzamiento para la difusión de la nueva religión fundada por Mahoma.

13

La contradicción de atacar a sus enemigos durante el mes sagrado, llevó a Mahoma a desarrollar la teoría de la predestinación.

14

La batalla de Badr fue crucial para los planes de expansión de Mahoma.

15

Mahoma, después de unos altercados con judíos en Medina, cambió el "punto de oración", la Qibla, de Jerusalén a La Meca, por lo que los musulmanes, desde entonces, se orientan hacia allá en sus oraciones.

16

Uno de los arcos que perteneció a Mahoma, además de que cuenta con un estuche de oro con bellos grabados, se encuentra actualmente en el museo Topkapi Sarai en Estambul.

17

Mahoma estaba consciente de la importancia de las relaciones diplomáticas con las regiones vecinas así como con el extranjero.

18

Mahoma envió mensajes a varios dignatarios vecinos para invitarlos a unirse a la nueva religión.

19

Muchos de los líderes de países vecinos acudieron al llamado de Mahoma, mientras que los que no lo hicieron así, mandaron generosos obsequios al profeta.

20

Las armas árabes fueron parte fundamental de los planes de expansión de Mahoma.

21

Abu Bakr fue nombrado líder de los peregrinos tras la decisión de Mahoma de quedarse al frente del poder.

22

Mahoma presentía que se acercaba el fin de su existencia, por lo que llamó a una reunión a sus allegados y les delegó responsabilidades sobre su reino.

23

Poco antes de morir, Mahoma saldó todas sus deudas, tanto morales como económicas, y hecho esto, decidió dejar este mundo y murió días después.

24

"No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta". Esta frase refleja y sintetiza una manera de ser, de sentir y de pensar para millones de personas; se trata de una demostración de fe tan clara y contundente que no admite bemoles ni medios tonos

25

Tal vez el genio de Mahoma fue haber descubierto cierta motivación en sí mismo y en su pueblo, y tal vez por eso llamó "Islam" (sumisión) a su sistema religioso - político.




Mahoma. La Llegada del Profeta

Mahoma nació en la ciudad de La Meca, en el mes de abril del año 569 D.C.; perteneció a la tribu de los Coraix, cuya estirpe venía de los hermanos Haxim y Abd Xams. Se reconoce al primero de ellos: Haxim, como el ancestro directo de Mahoma, y era un personaje que había pasado a la historia de la ciudad de La Meca como uno de los principales dirigentes políticos en sus tiempos, y sobre todo como un benefactor de su gente, pues a él se debía la apertura de las rutas de comercio que vitalizaron a la ciudad y a toda la región; a partir de este desarrollo, La Meca se convirtió en un importante centro político y económico, bajo la dirección de los miembros de las familias Coraix, quienes llegaron a acumular una gran riqueza y el poder que de ello se deriva. A principios del siglo VI, el patriarca Haxim obtuvo el honor de ser nombrado guardián del gran templo ceremonial de los árabes, llamado Kaaba, símbolo de sacralidad de la ciudad y fuente de poder para quien ejerciera ese cargo, dada una tradición muy arraigada en los árabes, para quienes el poder religioso y el político son una unidad.

El último profeta. Movimiento pacífico

El triunfo definitivo, sin embargo, no vendría de la guerra, sino de una acción inteligente y audaz por parte de Mahoma. Acompañado por un millar de musulmanes desarmados se dirigió a su ciudad, que ahora lo tenía como enemigo público, para culminar la sagrada peregrinación que a ningún árabe se le podía prohibir. Sin embargo, los coraixíes de La Meca no estaban dispuestos a permitirle la entrada y mandaron un nutrido grupo armado a su encuentro. Tras una larga negociación, llegaron al acuerdo de que los musulmanes realizarían sus ritos fuera de la ciudad y regresarían a Medina.

Revelaciones agotadoras

Paradójicamente, Mahoma era analfabeto, de manera que cuando recibía una revelación la transmitía oralmente y sus oyentes se encargaban de repetirla y memorizarla hasta que alguien la fijaba por escrito. Sin embargo, el modo en que le llegaban los mensajes divinos variaba mucho de unos casos a otros. Podían ser visiones claras o frases casi incoherentes e inarticuladas, mensajes luminosos o palabras dolorosas y oscuras. Según explicaba el propio Mahoma: "La revelación más difícil es la que me llega como el tintineo de una campana, aunque la reverberación se reduce a partir del momento en que soy consciente de su mensaje". En alguna ocasión, la revelación incluía instrucciones sobre cómo debía transmitirla, pero con frecuencia se encontró con grandes dificultades a la hora de entender los mensajes que recibía y luchó agónicamente hasta descifrarlos. Cierta vez dijo, refiriéndose a este proceso: "Jamás recibí una revelación después de la que no sintiera que me habían arrancado el alma". 

La comunidad de los creyentes

En el año 610, un mercader camellero anunció las revelaciones que había recibido del arcángel Gabriel. Mahoma encendía así la chispa de una carismática y controvertida religión que se extendió con rapidez y hoy casi un cuarto de la Humanidad profesa. 

Cuenta el erudito Al-Bujari (Tradiciones, III, 247) que, cuando murió en 632, el profeta Mahoma tenía empeñada su cota de malla a un judío como garantía de treinta medidas de cebada. Esta noticia es un buen indicio de la precariedad y el relativo poder de la nueva estructura política que el Enviado había conseguido establecer en Arabia mediante la persuasión de la fe, la confederación de tribus o la mera imposición violenta. A su fallecimiento, la frágil unidad estuvo a punto de quebrarse debido a la disidencia de algunos grupos tribales, que habían asumido la nueva creencia de modo muy superficial y oportunista y que, una vez desaparecida la cabeza de la alianza, consideraban roto el juramento de fidelidad. Estos intentos fueron pronto reprimidos por quienes, en las campañas venideras, se revelarían como excelentes generales: Jaled ibn Yazid, Amr ibn al-As y Abu Ubayd.

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