Hattin (1187).
Como respuesta a las incursiones de Reinaldo de Chátillon en territorio musulmán, Saladino invadió el reino de Jerusalén, poniendo bajo asedio la plaza de Tiberíades. Un ejército de cruzados al mando de Cuy de Lusignan acudió al rescate, pero se internó en el desierto sin agua, en una maniobra suicida. Destrozados por la sed, los cruzados eran atosigados a distancia por los jinetes arqueros de Saladino. Camino de las fuentes de los Cuernos de Hattin, Lusignan y sus hombres sufrieron un goteo de bajas. Saladino mandó quemar la hierba seca para asfixiar los flancos del enemigo y, en una carga final irresistible, aplastó al ejército cristiano.