- Apresúrese, señorita. Todo está dispuesto. No se quede ahí quieta. Se comprometió con nosotros, ¿recuerda?
Lo primero que vio fueron sus ojos saltones y amarillos, aquellos iris brillantes, acaramelados y los cabellos de su peluca frondosa de muñeca, pelo rojizo, del color de las zanahorias y brillante como las hebras acarameladas y plasticosas de un dulce de cabello de ángel. Aquella mirada parecía algo adormilada bajo el parpadeo nervioso, esclavizado por la ansiedad, y la sombra de sus pestañas rizadas.