Después de aquella experiencia mística, Mahoma tuvo algunas otras de las que nunca habló, y luego se interrumpieron de pronto. Esto lo sumió en un amargo desconcierto que duró dos años, hasta que le llegó la revelación que transcribe la sura de la mañana, número 93 del Corán. Esta vez se trataba de un mensaje claro, lleno de luz, en el que Dios lo conminaba a dar a conocer a sus hermanos las palabras que ponía en su boca. Aquél fue el impulso decisivo. A partir de entonces, la desconfianza de Mahoma desapareció por completo, y su espacio lo ocupó una sólida seguridad. Investido de ella, Muhammad ibn Abdallah se dispuso a obedecer a Dios presentándose ante los suyos como el Profeta.
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El último profeta. Revelación decisiva
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Ciudadano del mundo, economista de carrera, bloguero por pasatiempo, docente por situaciones del destino
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