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Jesús en Galilea. Hermandad

Jesús indica a los doce mortales que acaban de escuchar su declaración sobre el reino, que se arrodillen en círculo alre­dedor de él, después, coloca sus manos sobre la cabeza de cada apóstol y los bendice, extiende sus manos al cielo y reza: "Padre mío, aquí te traigo a estos hombres, mis men­sajeros. Entre nuestros hijos de la tierra, he escogido a estos doce para que vayan a representarme como yo he venido para representarte. Ámalos y acompáñalos como tú me has amado y acompañado, concédeles sabiduría mientras deposito todos los asuntos del reino venidero entre sus ma­nos. Deseo, si es tu voluntad, permanecer algún tiempo en la tierra para ayudarlos en su trabajo por el reino. Te doy las gracias, Padre mío, por estos hombres y los confío a tu cuidado mientras me dedico a terminar la obra que me has encomendado.

Jesús en Galilea. Enseñanza final

Antes de su labor pastoral, Jesús habla a los doce discípu­los que están sentados a su alrededor: "Hermanos míos, la hora del reino ha llegado, cada uno de ustedes ha aprendido más sobre el reino de mi Padre, pero en este momento tengo algo más que decirles. El nuevo reino está a punto de establecerse en el corazón de sus hijos terrestres y está des­tinado a ser un dominio eterno. Solemnemente declaro que mi Padre no es el Dios de los judíos o de los gentiles, es el Señor del Universo y no tiene favoritos, por lo que muchos vendrán del este y del oeste para sentarse con nosotros en el reino del Padre, mientras que muchos hijos de Abraham y Moisés se negarán a entrar en esta nueva hermandad. El poder de este reino no consiste en el número, fuerza de los ejércitos ni en la cantidad de riquezas, sino en la gloria del espíritu divino que vendrá a enseñar la mente y dirigir el corazón de los ciudadanos renacidos de este reino celestial: los verdaderos hijos de Dios.

Jesús en Galilea. Primera labor

Jesús continúa enseñando a predicar el perdón de los pe­cados mediante la fe en Dios, sin penitencias ni sacrificios y que el Padre que está en los cielos ama a todos sus hijos con el mismo amor eterno, por lo que, cuando reúnen a la gente para hablarles de la palabra de Dios, se maravilla con las enseñanzas y el ministerio de Jesús y sus apóstoles, ya que contrastan con lo qué, los rabinos han enseña­do durante mucho tiempo a los judíos, que los ignorantes no pueden ser ni piadosos ni justos. Pero los apóstoles de Jesús si son piadosos y justos y sin embargo, ignoran ale­gremente gran parte de los conocimientos de los rabinos y de la sabiduría del mundo.

Jesús en Galilea. Tomás y Judas

Tomás el pescador y Judas el errante se encuentran con Je­sús y los apóstoles y Felipe presenta a Tomás como su candidato para el apostolado y Natanael a Judas Iscariote, el judío, para un honor similar. Jesús mira a Tomás y le dice: "Tomás, te falta fe; sin embargo, te recibo. ¡Sígueme!" Al último candidato, el Maestro le comenta: "Judas, todos somos de la misma carne y al recibirte entre nosotros, rue­go porque seas siempre leal con tus hermanos y no esperes de los demás lo que no estás dispuesto a dar ni creas que los demás actuarán de acuerdo con tus creencias sino con las que ellos tengan. ¡Sígueme!"

Jesús en Galilea. Los gemelos

Al día siguiente, los nueve parten para efectuar el llama­miento formal de los dos apóstoles siguientes, Santiago y Judas, los hijos gemelos de Alfeo. Los hermanos pescado­res esperan la llegada de Jesús y sus apóstoles, por ello los están esperando en la orilla del río. Santiago Zebedeo pre­senta al Maestro a los pescadores de Jeresa; Jesús los mira fijamente y los invita: "¡Síganme!"

Jesús en Galilea. Formación de los mensajeros del reino

Después de un sermón, Jesús reúne a los seis apóstoles para exponerles sus planes para visitar las ciudades situa­das alrededor y en las proximidades del Mar de Galilea. Les pide que salgan de dos en dos para enseñar la buena nueva del reino pero sin bautizar ni predicar públicamen­te, ya que es necesario que adquirieran experiencia práctica en el trato personal y de respeto con sus semejantes.

Jesús en Galilea. Felipe y Natanael

Aquel día, Jesús y sus cuatro discípulos-apóstoles parten para Galilea, antes de cruzar el Jordán para ir a Nazaret, miran por el camino a Felipe de Betsaida que viene hacia ellos con su amigo Natanael y siente mucho gusto de salu­dar a sus amigos.

Jesús en Galilea

Antes de partir, sabe ciertamente que es hora de pre­dicar el Evangelio del Reino de los Cielos en Galilea, lo cual significa que ya es momento de dar a conocer al mundo y principalmente a la gente sencilla y humilde, de los misterios revelados, de hacer accesible la doctrina de los grandes iniciados como él. Siente una enorme compasión por la humanidad que lo anima a que reciba la luz interna, ese poderoso sentimiento de amor, una enorme fe y una inextinguible energía para su accionar que sólo le pertenecerán a él pero que debe compartir con sus hermanos de la Tierra, el trae la esperanza y la vida.

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