Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 12
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 11
Oyó como bramaban los horizontes llenos de luces de neón y barandillas oxidadas. Acababa de concluir su viaje imaginario.
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 10
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 9
Clía empujó la puerta y sus yemas se hundieron en el tacto de aquella seda. En breves instantes estaba ya dentro de una singular habitación.
- Bienvenida Clía – dijo una voz nasal, con cierto matiz de feminidad, desde la profundidad de la estancia.
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 8
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 7
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 6
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 5
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 4
Lo primero que vio fueron sus ojos saltones y amarillos, aquellos iris brillantes, acaramelados y los cabellos de su peluca frondosa de muñeca, pelo rojizo, del color de las zanahorias y brillante como las hebras acarameladas y plasticosas de un dulce de cabello de ángel. Aquella mirada parecía algo adormilada bajo el parpadeo nervioso, esclavizado por la ansiedad, y la sombra de sus pestañas rizadas.
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 3
Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 2
Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 6
Páginas finales del diario de Leao Talhae.
(Leídas a solas por el comisario de Umbra Noël frente
al puente derruido del bosque).
La sombra me cubre. No recuerdo la tonalidad inocente del cielo. Respiro entre suspiros de lodo y rayos de luz enterrada. Sus manos aún palpan mi corazón, pero Inna no está a mi vera. Sólo escucho el constante latido de esos corazones. Los soldados de plomo cantan y desfilan ante mí. Hay varios cuerpos enterrados a mi vera. Siento el paso de los caminantes en la superficie, entre las brumas del bosque. Se detienen por unos instantes ante la ruinosa y espectral barda del puente. Susurran entre ellos. Afirman que aquella noche, la espantosa velada de luna llena, el cielo bramó, desnudando de repente un singular arco iris sobre las tinieblas. En Umbra Noël, las más viejas tiemblan, soñando con pequeños ángeles sin corazón persiguiéndolas en la oscuridad. Yo las he visitado algún atardecer, he sentido cómo me sumergía en sus letargos.
Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 5
Hoja e informe de sucesos rellenado y firmado por el agente de policía Shelvan Valeeh.
Comisaría Central de Umbra Nöel.
Fecha: Lunes, 2 de noviembre.
Hora: 10:45
Todo en orden… todo salvo ese cielo que sigue extrañamente cubierto, cruzado en instantes por estrellas fugaces y helechos de relámpago. Se escuchan los truenos y llueve con cierta intensidad, pero esa oscuridad es más profunda aún que la más opaca y cerrada de las tormentas. No hemos visto amanecer desde el último sábado, desde esa extraña noche de luna llena. El día parece no querer romper en el horizonte. La gente de la ciudad ya cuenta absurdas leyendas por las calles, aquéllos que se atreven a salir de sus casas. Hemos recibido más de una treintena de llamadas telefónicas en las que nos gritan que el mundo ha llegado a su fin. Alguien, al otro lado de la línea, ha llegado a referir algo sobre un extraño arco iris que se desangra en el firmamento.
Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 4
Sábado. Última noche. Plenilunio. Atardecer.
Tal vez no vuelva a verlos. He dejado una nota de despedida en el costurero de Lanna, eso, una caricia y un beso en su mejilla. Ha sido un día horrible para ella. Sucesivas preguntas y mi impertérrita expresión como respuesta a su desconsuelo. No sabe si pedir ayuda a alguien.
Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 3
Viernes, una noche antes de plenilunio.
Medianoche.
Lo que hallé escrito tras el lienzo del sótano cuenta precisamente, según creo, la leyenda de esa bruja del bosque. Inna de Mort, que así se llamaba – o llama – era en vida, a principios del siglo, una hermosa muchacha de familia noble y vida embelesada, pretendida por varios caballeros, sobre todo por poetas que veían en sus encantadores ojos una fuente de inspiración inagotable. Al parecer, según se refería en las líneas talladas en el envés del cuadro del sótano, Inna se adentró en el bosque un atardecer, siguiendo el vuelo de su hermoso jilguero que había escapado de su jaula de mimbre justo cuando ella se disponía a acariciarlo como cada noche antes de disponerse a dormir. Se cuenta en las líneas del lienzo que la muchacha jamás regresó de entre la arboleda aquella noche sin luna, que un demonio la acechó y arrancó su corazón para borrar con su sangre la vereda que atravesaba el bosque. Desde entonces vaga desesperadamente, sonámbula, entre los troncos desangelados, a la espera de trazar nuevamente ese camino de retorno. Al parecer, el jilguero aún canta perdido en el bosque y en algún rincón de la ciudad se oculta, polvorienta, la jaula de mimbre a la que ella desea devolverlo para descansar por fin en paz.
Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 2
Jueves, dos noches antes de plenilunio.
Sobre el eco
de las campanadas de medianoche.
¡El Diablo se la lleve como esposa! Quiera Dios que logre contener este escalofrío que me recorre. Mi jubón gotea allí abajo, empapado en el vestíbulo, colgado de una de las perchas de roble. No fue un espejismo lo que contemplé. La bruja dejó el soldado de plomo en ese árbol del silencio y, al poco tiempo, desapareció entre la espesura, al menos eso fue lo que vi a través del ventanal. Todo ha sido en vano, sin embargo. No he podido hallar el guiñapo y tampoco he visto huellas en el lodo que me ayudasen a seguir la estela de la bruja, aunque la he presentido en la profundidad de ese infierno de arboleda. Tan sólo he escuchado un constante balido lastimero, como de una oveja descarriada en la penumbra del bosque. No me he atrevido a adentrarme en las sombras. No había luna, ni siquiera su creciente perfil, que iluminase mis pasos.
Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 1
Miércoles, tres noches antes del plenilunio. 23:35.
Tengo tanto miedo… y no sé a quién contar todo. El horro seguirá a mi lado hasta que me arrope en su sudario de escalofríos. No sé si ya es demasiado tarde para librarme de la pesadilla.
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