Así bautizó Sandor Kocsis al césped del estadio Wankdorf, donde los 27 goles húngaros en cinco partidos sirvieron de poco ante el espíritu del equipo alemán.
La neutralidad de Suiza en la Segunda Guerra Mundial, misma que se tradujo en comodidad y desahogo económico en 1954, le valieron al pintoresco país europeo ser elegido como sede para la quinta edición de la Copa del Mundo, justo cuando el organismo rector del balompié mundial cumplía 50 años.