El innatismo, entendido como la doctrina que defiende las ideas innatas y que explica por ellas últimamente el saber racional, tiene una larga tradición y muchas veces aparece bajo diversos nombres o bajo cuestiones aparentemente distintas. Su claro antecedente se encuentra, desde luego, en la doctrina platónica, sobre todo en aquellos puntos en que parece establecerse una confluencia entre las corrientes de carácter orficopitagórico y un decidido afán de explicar, con el origen del saber de las cosas verdadera, la inmortalidad del alma. La teoría platónica de la reminiscencia, a la cual se sobrepuso la doctrina agustiniana, atravesó como una constante toda la Edad Media y se opuso generalmente al empirismo del principio Nihil est in intellectu quod non prius fuerit in sensu (Nada hay en el intelecto que no estuviera antes en los sentidos de ascendencia aristotélica, hasta tal punto que muchas veces esta cuestión fue la que estableció una separación terminante y aparentemente insalvable entre el platonismo y el aristotelismo. En la época moderna, el problema del innatismo, que arrastraba toda la tradición antigua y medieval, adquirió un nuevo sentido en Descartes. Como es típico de la filosofía moderna, los rasgos ontológicos del problema ceden el paso a los puramente gnoseológicos. De ahí las amplias discusiones habidas durante los siglos XVII y XVIII y en que participaron todos los grandes filósofos. Así, mientras Descartes y Malebranche pueden ser considerados como decididos innatistas, Locke combate la teoría de las ideas innatas en su Ensayo sobre el entendimiento humano, que iba dirigido asimismo contra el innatismo de la escuela de Cambridge. La polémica fue recogida de por Leibniz quien intentó, en ésta como en tantas otras cuestiones, una elaboración que destacara la verdad de los puntos de vista opuestos y los sumiera en una unidad fecunda. De todos modos, en Leibniz, y sobre todo en la llamada escuela de Leibniz-Wolff, pareció sobreponerse el innatismo al empirismo, particularmente al empirismo sensualista, de tal modo que representaron el tránsito a la elaboración de Kant, quien transpuso decididamente el problema al plano gnoseológico con su teoría de las formas de la experiencia, disolviendo, por así decirlo, el innatismo en un apriorismo. La cuestión del innatismo parece haberse volcado, pues, casi enteramente en el problema del a priori, que en la actualidad ha recibido soluciones diversas que han culminado en la fecunda elaboración de un apriorismo material.
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Innatismo
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