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Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 4

Sábado. Última noche. Plenilunio. Atardecer.

Tal vez no vuelva a verlos. He dejado una nota de despedida en el costurero de Lanna, eso, una caricia y un beso en su mejilla. Ha sido un día horrible para ella. Sucesivas preguntas y mi impertérrita expresión como respuesta a su desconsuelo. No sabe si pedir ayuda a alguien.

Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 3

Viernes, una noche antes de plenilunio.

Medianoche.

Lo que hallé escrito tras el lienzo del sótano cuenta precisamente, según creo, la leyenda de esa bruja del bosque. Inna de Mort, que así se llamaba – o llama – era en vida, a principios del siglo, una hermosa muchacha de familia noble y vida embelesada, pretendida por varios caballeros, sobre todo por poetas que veían en sus encantadores ojos una fuente de inspiración inagotable. Al parecer, según se refería en las líneas talladas en el envés del cuadro del sótano, Inna se adentró en el bosque un atardecer, siguiendo el vuelo de su hermoso jilguero que había escapado de su jaula de mimbre justo cuando ella se disponía a acariciarlo como cada noche antes de disponerse a dormir. Se cuenta en las líneas del lienzo que la muchacha jamás regresó de entre la arboleda aquella noche sin luna, que un demonio la acechó y arrancó su corazón para borrar con su sangre la vereda que atravesaba el bosque. Desde entonces vaga desesperadamente, sonámbula, entre los troncos desangelados, a la espera de trazar nuevamente ese camino de retorno. Al parecer, el jilguero aún canta perdido en el bosque y en algún rincón de la ciudad se oculta, polvorienta, la jaula de mimbre a la que ella desea devolverlo para descansar por fin en paz.

Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 2

Jueves, dos noches antes de plenilunio.

Sobre el eco de las campanadas de medianoche.

¡El Diablo se la lleve como esposa! Quiera Dios que logre contener este escalofrío que me recorre. Mi jubón gotea allí abajo, empapado en el vestíbulo, colgado de una de las perchas de roble. No fue un espejismo lo que contemplé. La bruja dejó el soldado de plomo en ese árbol del silencio y, al poco tiempo, desapareció entre la espesura, al menos eso fue lo que vi a través del ventanal. Todo ha sido en vano, sin embargo. No he podido hallar el guiñapo y tampoco he visto huellas en el lodo que me ayudasen a seguir la estela de la bruja, aunque la he presentido en la profundidad de ese infierno de arboleda. Tan sólo he escuchado un constante balido lastimero, como de una oveja descarriada en la penumbra del bosque. No me he atrevido a adentrarme en las sombras. No había luna, ni siquiera su creciente perfil, que iluminase mis pasos.

Julio Ángel Olivares Merino – Un colmillo del arcoíris. Capítulo 1

Miércoles, tres noches antes del plenilunio. 23:35.

Tengo tanto miedo… y no sé a quién contar todo. El horro seguirá a mi lado hasta que me arrope en su sudario de escalofríos. No sé si ya es demasiado tarde para librarme de la pesadilla.

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