Suecia 1958. De mero trámite

Desde un principio los vecinos del norte fueron vistos como víctimas y, aunque había respeto, nunca se dudó en obtener escandalosas victorias. Los estadounidenses eran peligrosos por sus condiciones atléticas, pero no por su nivel de fútbol, así que la incógnita que suponía el anonimato de sus jugadores era el elemento principal para reunir a los aficionados en el estadio. En realidad, los del norte no venían a ganar, venían a hacer lo que pudieran.

En cuanto a Canadá, los federativos de ambos equipos convinieron en que los dos enfrentamientos fueran en territorio azteca, situación de la cual se arrepintieron profundamente los de la hoja de maple, ya que para la fecha del encuentro, los canadienses habían derrotado en dos ocasiones a los Estados Unidos, una situación que ellos mismos no esperaban y que los colocaba con las mismas posibilidades que México para acceder al Mundial. 

Fue tal la sorpresa que, cuando los boletos se pusieron a la venta, se obligó a los aficionados a que compraran entradas para los dos encuentros, temiendo que después de golear en el primer encuentro el interés por el segundo se disipara. 

A diferencia de los estadounidenses, los canadienses tenían la pinta de futbolistas y eso era ya un avance. Su roce internacional era principalmente con europeos, ingleses sobre todo, por lo que algo habían aprendido y definitivamente no exhibían las mismas carencias que el rival anterior. 

Mientras tanto, en México se veía a la Selección como un gigante que bajo el mando de Ignacio Trelles y Antonio López Herranz era poco menos que invencible en su zona eliminatoria. 

Con la doble localía, México salió airoso y tuvo que enfrentar a Costa Rica. De nueva cuenta, Trelles habló y dio todas las esperanzas al equipo nacional. El estratega dijo que pondría en la cancha a jugadores fuertes y valientes, pues esperaba un par de encuentros muy ríspidos y con muchas patadas. 

Voz de profeta la de Don Nacho, dado que al término del encuentro, en el Estadio Nacional de Costa Rica, Carlos Blanco recibió una pedrada en la pierna, la cual aceptó con cierta resignación, pues era parte del precio por viajar a la Copa del Mundo de Suecia 1958. 

De la misma forma, el entrenador mexicano fue víctima de tremendo botellazo, del cual dijo con su característica forma de manejar la realidad: “No me lastimó, podría decirse que casi ni me pegó”.

Fuente:
Récord Mundial, Alemania 2006 ¡Piensa en Grande!, Ed. Notmusa, p. 53.

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