Uruguay 1930. La primera fiesta

“La Copa del Mundo es de oro macizo. No desearía que se creyese que escogí este metal precioso por ostentación. Es un símbolo. La Copa del Mundo debería ser la primera entre todas las manifestaciones deportivas y el oro, símbolo de la primacía”.

Jules Rimet. 

La sede.

El anfitrión: República Oriental del Uruguay.

Capital: Montevideo.

Extensión: 176,215 km2.

Gobernante en 1930: Juan Campisteguy.

Moneda en 1930: Peso uruguayo.

El mundo en 1930: Nace el astronauta Neil Armstrong; la India adopta una postura de Independencia de Inglaterra.

Los estadios.

Montevideo y nada más. La capital uruguaya se sirvió de tres escenarios para albergar la gran fiesta. El Centenario no estuvo a tiempo para la inauguración del torneo el 13 de julio, debido a que las lluvias habían impedido que fraguara el concreto. Aunque hay quien supone que el inmueble abrió sus puertas hasta el día 18 para estrenarse con un partido de la Selección uruguaya. Pocitos, casa del Peñarol, y el Parque Central, sede del Nacional, fueron los otros estadios.

La primera fiesta.

En Ámsterdam, el 28 de mayo de 1928, luego de dos años de gestiones dirigidas por Jules Rimet, como reconocimiento a sus triunfos olímpicos, se acordó, con 25 votos a favor por cinco en contra, que el pueblo uruguayo albergara la primera gran celebración futbolística. La decisión fue ratificada el 18 de mayo del año siguiente en un congreso de FIFA celebrado en Barcelona.

En 1905 el francés Robert Guerin, primer presidente de FIFA, y el holandés C.A.W. Hirschmann crearon un proyecto para efectuar un encuentro de trece naciones europeas, pero el resultado fue un rotundo fracaso.

Los primeros intentos por realizar una competencia de futbol que involucrara a todo el orbe fueron los torneos olímpicos de Paris 1900 y San Luis 1904, como deporte de exhibición; a partir de Londres 1908, alcanzó el carácter de oficial, Para 1916, Conmebol ya contaba con un torneo internacional de Selecciones. Sin embargo, hacía falta una fiesta más exclusiva y popular a lo largo y ancho del planeta.

Durante la tercera década del Siglo XX, unos futbolistas a los que en Europa tildó de "indios trotadores" conformaron el primer equipo de antología de la historia: la Selección de Uruguay, que ya había manifestado su superioridad en el Cono Sur así como en París 1924 y Ámsterdam 1928.

A más de veinte años de haber sido fundada, FIFA tenía la madurez para darle forma a un proyecto que lucía irrealizable: una Copa Mundial. El fútbol era el motivo del encuentro, solamente hacían falta un anfitrión y los invitados.

El objeto del deseo.

Para que una competencia fuera estimada y digna de aprecio, sobre todo en aquella época romántica del fútbol, hacía falta un aliciente, un reconocimiento, un trofeo. Éste fue solicitado al orfebre francés Abel Lafleur. La obra del artesano galo fue la representación de la Diosa de la Victoria: una estatuilla de oro y plata sobre una plataforma octagonal de lapislázuli. La gloria depositada en 3.8 kilogramos y 35 centímetros. Recompensa valuada en 50 mil dólares de la época.

Uruguay se dio a la tarea de invitar, sin necesidad de llevar a cabo fases eliminatorias, a 16 países. Aunque se había comprometido a cubrir los gastos de traslado y hospedaje, se presentó el boicot europeo que tanto se temía. Inglaterra, España, Italia, Austria, Checoslovaquia y Hungría desairaron al anfitrión.

Únicamente confirmaron su asistencia tres representantes del viejo continente, el resto de las plazas fueron ocupadas por equipos americanos. Trece en total para acomodarse en cuatro grupos con Argentina, Brasil, Uruguay y Estados Unidos como cabezas de serie. Uno de los sectores con cuatro rivales, el resto de tres cada uno.

El costo de la inexperiencia.

Ante la falta de experiencia, se presentaron algunos inconvenientes que requirieron de la espontaneidad para evitar el desplome del evento. El estadio Centenario, edificado con motivo del aniversario de la independencia uruguaya, no fue terminado a tiempo por las lluvias que retrasaron las obras, y la inauguración se llevó a cabo en el estadio de Pocitos.

Además, no había un balón oficial y los contendientes pugnaron por utilizar aquél con el que estaban habituados. La solución fue utilizar uno en cada tiempo.

Directo a Semifinales.

En el Grupo A, Argentina no tuvo dificultades para superar a franceses (1-0), mexicanos (6-3) y chilenos (3-1), de hecho fueron el combinado que más partidos jugó con cinco, uno más que Uruguay el otro finalista. Récord perfecto el de la albiceleste y un potencial ofensivo que parecía no tener competencia.

En el sector B, donde Bolivia fue una comparsa y Brasil la decepción, Yugoslavia impresionó. El rumbo de esta tercia se definió en el partido que los balcánicos ganaron 2-1 a los amazónicos. Ambos superaron al representativo andino con el mismo marcador 4-0.

Uruguay tuvo un camino llano rumbo al título, por estar en casa, por la tradición ganadora y por la calidad de su plantel. Rumania y Perú sólo fueron un par de peldaños que se ubicaron en el segundo y tercer puesto del Grupo C, respectivamente. En el D, Estados Unidos, conformado por varios jugadores escoceses nacionalizados que no compartían el gusto por el béisbol y el fútbol americano dieron cuenta de Paraguay y Bélgica con relativa facilidad ofensiva y la mejor retaguardia de la primera fase. Los norteamericanos terminaron imbatidos.

Los emparejamientos parecían predeterminados. La poderosa Argentina contra los sorpresivos yugos, y el dueño de casa ante los balanceados estadounidenses.

Los arqueros James Douglas y Milovan Jaksic no contaron con la eficiencia mostrada en la primera fase y sus delanteros tampoco. Ambas semifinales reportaron marcador de 6-1. La final de la primera Copa del Mundo fue un partido que generó una gran dosis de pasión: el Clásico del Río de la Plata.

La Final.

Fecha: 30 de Julio. Estadio: Centenario. Asistencia: 93 mil espectadores.

Uruguay 4 Argentina 2.

La primera final no pudo haber tenido mejor combinación de rivales que los acérrimos del Rio de la Plata. La víspera estuvo aderezada por la visita de Carlos Gardel quien estuvo en ambas concentraciones, pero su error fue haber asistido primero a la uruguaya, acto que los argentinos tomaron como una afrenta ya que cuando el intérprete de tangos se presentó ante ellos, no quisieron escucharlo. La Copa fue para los anfitriones y la derrota caló tanto en toda Argentina que las relaciones futbolísticas entre ambas naciones no existieron en los siguientes cinco años. El partido comenzó con ventaja de los uruguayos, pero un error de Gestido se convirtió en el empate. La albiceleste dio la vuelta con anotación de Stábile quien aseguraba el título de goleo. Argentina estuvo a 33 minutos de ser campeón, pero la garra charrúa se manifestó para evitar que el trofeo quedara en vitrina ajena.

El goleador.

El argentino Guillermo Stábile, a los 24 años de edad tenía habilidad y rapidez inusuales para colarse entre dos defensores, por eso le apodaron Filtrador o Infiltrador. No jugó el primer partido, contra Francia, porque llegó al Mundial como suplente de Roberto Cherro quien, no jugó debido a una crisis nerviosa. Cubrió su cuota de ocho goles en cuatro partidos: México (3), Chile (2), Estados Unidos (2) y Uruguay (1).

El equipo mexicano.

Fue una larga travesía: 26 días empleó la delegación mexicana para llegar de Veracruz a Río de Janeiro; unos cuantos ejercicios a bordo del buque de vapor Panamérica antes de arribar a Montevideo. Las luchas que se libraban en la Federación Mexicana de Fútbol incidieron en el rendimiento de su representativo. A México le tocó el privilegio de jugar el primer partido en la historia de las Copas del Mundo. Francia fue la contraparte del compromiso celebrado el 13 de julio en el estadio Pocitos. El Tri perdió ese partido desde

la primera mitad que terminó 3-0, pero al minuto 70 el atlantista Juan Carreño grabó su nombre en la historia del fútbol al marcar el primer gol mexicano en los Mundiales. El equipo dirigido por el español Juan Luque de Serrallonga sufrió dos descalabros más: 0-3 ante Chile y 3-6 contra Argentina.

Fuente:
Futbol Total. Especial. Historia de los Mundiales. Primera Parte 1930 – 1970, p. 9 – 13.

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