Belleza para honrar a Alá. Expansión en todos los sentidos

Debido a que se convirtieron en un gran imperio político y militar, también fundaron una serie de ciudades como Kufa, Basora, Fustat, Kairouan y Fez, entre otras, y reconvirtieron las ya existentes y conquistadas, implantando su estilo de vida y nuevas formas artísticas. Al extender su dominio territorial —sobre todo por zonas de climas secos, áridos, aire limpio y escasez de agua-, su estilo arquitectónico se adaptó a este paisaje y a las características climatológicas. De ahí proceden la desnudez de sus fachadas, los grandes patios, la sobriedad de los salientes, las zonas de sombra, las ciudades laberínticas y la preocupación por aprovechar el agua, hecho que se observa en la proliferación de jardines y estanques. Hubo grandes constructores que dotaron a sus ciudades de mezquitas, medersas, zocos, baños públicos, fuentes, caravasares, fonduks, bazares, mausoleos, murallas, fortalezas y atarazanas.

En las zonas rurales construyeron importantes obras de regadío, acequias y canalizaciones; en las fronteras, erigieron ribats y ksar; y en las áreas desérticas, una bella arquitectura de adobe como emanada de la tierra. Desarrollaron además numerosas artes menores o, si se quiere, artes ligadas a la vida cotidiana:  elaborados  tejidos,  pieles, alfombras, cerámicas, vidrios, armas y jaimas para el desierto. 

Estamos hablando en realidad del islam clásico, que va aproximadamente de finales del siglo VII al XIII, y del área territorial que ocupa desde Bagdad hasta Al-Anda-lus, desde Anatolia y Samarcanda hasta Arabia, desde Sicilia hasta el Magreb, Mauritania y la curva del Níger. Este arte engloba a su vez, entre otras, las dinastías omeyas de Siria y Córdoba; también las almorávides y almohades; meriníes y hafsíes del Magreb; aglabíes de Túnez y Sicilia; tuluníes, fatimíes, ayyubíes y mamelucas de Egipto y Oriente. 

Es un arte excepcional por su grandiosidad, pureza de líneas y su extensión geográfica. Puede que ninguna otra civilización haya construido tan impresionantes monumentos y exquisitas piezas de arte. No deja de ser triste, sin embargo, que muchos de ellos hayan desaparecido debido a la naturaleza, el mismo transcurrir histórico o los seres humanos. Y, sobre todo hoy día, a la destrucción que ha supuesto que estas sociedades no hayan sabido resolver las amenazas de la modernidad y el desmesurado crecimiento demográfico. Pero a pesar de ello, como dijo el poeta Ibn Zamrak ante la Alhambra, "¡Cuánto recreo aquí para los ojos!".

Fuente:
Por Jerónimo Páez en Muy Interesante Historia, ‘El Islam. Los misterios de una religión’, Ed. Televisa, p. 83 – 85.

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