“Has de saber, hija mía, que hubo un comerciante dueño de grandes riquezas y de mucho ganado. Estaba casado y con hijos. Alah, el Altísimo, le dio igualmente el conocimiento de los lenguajes de los animales y el canto de los pájaros. Habitaba este comerciante en un país fértil, a orillas de un río. En su morada había un asno y un buey.
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Fábula del asno, el buey y el labrador
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Ciudadano del mundo, economista de carrera, bloguero por pasatiempo, docente por situaciones del destino
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