La Carta al padre Núñez y la de Sor Serafina de Cristo descubren una Sor Juana con rasgos psicológicos más complejos e inteligencia superior, que no han sido contemplados anteriormente en sus diversas biografías. "Nos revelan a la monja jerónima, no sólo como autora de versos o de poemas filosóficos, sino como escritora irónica y mordaz, consciente de su valor y dispuesta a rebatir e incluso a ridiculizar a sus adversarios y críticos".
La recién descubierta Carta de Serafina de Cristo ha permitido también una nueva lectura de la Atenagórica. Gracias a ella ahora se sabe que su destinatario final no era el obispo de Puebla, sino el ex-confesor de Sor Juana, el también jesuita Antonio Núñez de Miranda, quien había censurado acremente a Sor Juana por dedicarse a las letras profanas en olvido de sus obligaciones de monja, es decir, de esposa de Cristo que, por ese carácter, debía estar "muerta al mundo".
Parece ser que la abierta hostilidad del padre Núñez de Miranda hacia Sor Juana duró varios lustros y que lejos de apagarse con el tiempo, se intensificó cada vez más con los éxitos literarios de la monja, quien lo soportó con paciencia. No se sabe a ciencia cierta el porqué sus primeros biógrafos desvanecieron y hasta eliminaron todo indicio de la profunda desavenencia y rivalidad entre la monja y su confesor.
Después de 1689, año de aparición de la Inundación Castálida, el libro que situó a Sor Juana en el orbe literario hispánico, la actitud del padre Núñez de Miranda, y en general de todos aquellos poetas novohispanos que se sintieron eclipsados por su fama, fue de marcada hostilidad. Una y otra vez Sor Juana en la Respuesta a Sor Filotea habla de sus perseguidores que por envidia la acosaban. Y entre todos ellos figuraba el exconfesor. Así, la Atenagórica es, pues, una respuesta teológica no al Sermón de Vieyra sino a Núñez de Miranda. En ella Sor Juana afirma que "la mayor fineza de Cristo fue no hacernos ninguna fineza, es decir, su mayor don fue dejarnos en absoluta libertad. La mayor gracia de Dios es respetar nuestro libre albedrío, nuestra voluntad, de ahí que el auténtico cristiano sea aquel que, imitando a Cristo, acepta y respeta la voluntad del prójimo y no trata de imponerle la suya propia".
Tres siglos después se descubre al verdadero destinatario de la Atenagórica en una Carta perdida que, con el seudónimo de Serafina de Cristo, Sor Juana le escribió al obispo de Puebla. Fue hallada en España por un librero de viejo, en medio de un montón de papeles antiguos de asuntos totalmente distintos no relacionados con la Nueva España. Por la fecha se cree que la carta fue escrita en un momento crítico de la vida de Sor Juana y es posible que, por su tono satírico y sus ironías burlonas, ella haya preferido guardarla.
La Carta de Serafina de Cristo está fechada en San Jerónimo el 1° de febrero de 1691, y la Respuesta a Sor Filotea un mes después; además, en esta última Sor Juana se excusa por haber dejado pasar dos meses sin contestar. Esto podría confirmar la tesis de que la Carta de Serafina de Cristo no fue enviada nunca a su destinatario. Por su tono es la contraparte satírica de la Respuesta a Sor Pilotea y nos revela, en suma, la vena sarcástica de la autora, tanto más peligrosa cuanto que los asuntos que trata, pertenecen a los sagrados espacios de la teología.
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