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Conocimiento y Ética en el empirismo: Hume

Tanto el conocimiento como la ética se fundamentan en “pasiones”. En el caso del conocimiento, estas “pasiones” son el hábito y la creencia; y en el caso de la ética, el placer.

Investigación sobre el entendimiento humano.

Hume pretende analizar la mente o entendimiento. Este saber es el más importante porque toda ciencia surge de la mente. Para ello va a utilizar un método empírico- experimental (Newton) contrario, por tanto, a las “abstracciones” del racionalismo.

El primer paso consistirá en definir los tipos de conocimiento: conocimiento de relaciones de ideas y conocimiento factual, cuestiones de hecho. Esta distinción guarda un cierto paralelismo con la clasificación leibniziana de las verdades en “verdades de razón” y “verdades de hecho”.

A este tipo de conocimiento (lógica-matemáticas) pertenecen las relaciones entre ideas. Proposiciones contingentes probables, pero sí informan de los hechos de la naturaleza.

El conocimiento de hechos no puede tener, en último término, otra justificación que la experiencia que fundamenta, como veremos, la relación causa-efecto. Ambos tipos de conocimiento son heterogéneos.

Al clasificar los elementos del conocimiento en impresiones e ideas, Hume sienta las bases del empirismo más absoluto. Todo contenido de conciencia procede de las percepciones (fenomenismo). Las percepciones pueden ser impresiones e ideas, siendo las ideas una copia de las impresiones. Se distinguen porque las impresiones son más vivas o complejas (percepción del objeto al asociar las cualidades). La teoría de Hume se puede definir como una psicología asociacionista.

Se introduce un criterio tajante para decidir acerca de la verdad de nuestras ideas. Si podemos señalar la impresión correspondiente, estaremos ante una idea verdadera; en caso contrario, estaremos ante una ficción o sinsentido. Nuestros conocimientos están, pues, limitados por las impresiones. Así, el fenomenismo conduce a un escepticismo respecto a las ideas de la Metafísica.

Idea verdadera es la que corresponde a una impresión. Pues bien, no tenemos alguna impresión que corresponda a esta idea de conexión necesaria entre dos fenómenos. Nunca hemos observado que entre ambos hechos exista una conexión necesaria. Lo único observable es que entre ambos hechos se da una sucesión constante, que, tras lo primero, siempre sucede lo segundo. Que además de esta sucesión constante exista una conexión necesaria entre ambos hechos es una suposición incomprobable.

La causalidad no es una impresión, sino una relación que establece nuestra mente. Nuestra mente asocia ideas mediante unas “relaciones naturales” (semejanza, contigüidad, causa, efecto). Según Hume es el hábito o la costumbre lo que fundamenta la relación causa-efecto. Al asociar hechos que se producen en una contigüidad espacio-temporal y sucesivas veces. Al primer hecho lo denominamos causa, y al segundo, efecto. Nuestro pretendido conocimiento de los hechos futuros por inferencia causal no es en rigor conocimiento, sino suposición y creencia. Esta creencia proviene, según Hume, del hábito, de la costumbre de haber observado en el pasado que siempre que sucede lo primero, sucede también lo segundo, al creer que de causas semejantes se seguirán efectos semejantes.

El hábito fundamenta la creencia de que los hechos futuros serán semejantes a los hechos del pasado. Nuestro conocimiento de los hechos se fundamenta en la relación causa- efecto que a su vez se fundamenta en el hábito o costumbre. El hábito es la base de creencia de que los hechos futuros serán semejantes a los pasados.

Crítica a las ideas de la Metafísica.

La realidad exterior: la realidad extramental es la causa de nuestras impresiones. Esta inferencia es inválida a juicio de Hume, ya que no va de una impresión a otra, sino de las impresiones a una pretendida realidad, que está más allá de ellas y de la cual no tenemos, por tanto, impresión o experiencia alguna. La creencia en la existencia de una realidad corpórea distinta de nuestras impresiones es, por tanto, injustificable. Las impresiones no aseguran la continuidad de los objetos.

La existencia de Dios: esta inferencia es también injustificada por la misma razón, porque no va de una impresión a otra, sino de nuestras impresiones a Dios, que no es objeto de impresión alguna. Además, la idea de Dios es una “hipótesis inútil” para explicar la naturaleza (este conocimiento depende del hábito y la creencia).

El yo y la identidad personal: la crítica de Hume alcanza también a la realidad del yo. La existencia del yo como sustancia, como sujeto permanente de nuestros actos psíquicos, no puede justificarse apelando a una pretendida intuición, ya que sólo tenemos intuición de nuestras ideas e impresiones y ninguna impresión es permanente. Hume compara al yo con un “teatro vacío”, en el que se irían sucediendo las diferentes percepciones. En todo caso, la identidad o personalidad se fundamenta en la memoria.

La idea de causa y el conocimiento de lo hechos: aplicando este criterio en sentido estricto, nuestro conocimiento de lo hechos queda limitado a las impresiones actuales y a los recuerdos, pero no puede haber conocimiento de hechos futuros, ya que no poseemos impresión alguna de lo que sucederá en el porvenir. Hume observó que, tratándose de hechos, nuestra creencia sobre lo que acontecerá en el futuro se basa en una inferencia causal (de causas semejantes, esperamos efectos semejantes). La idea de causa es, pues, la base de nuestras inferencias acerca de hechos de los que no tenemos una impresión actual, ni un recuerdo.

Crítica a la causalidad a priori: -por mucho que analicemos racionalmente un hecho, nunca podremos descubrir sus causas o efectos si no lo asociamos con otro hecho; -es indemostrable que exista una conexión necesaria entre el pasado y el futuro. Sobre este último, sólo podemos tener creencia.

Principio de uniformidad de la naturaleza: podemos suponer que la naturaleza tiene un funcionamiento regular porque si no, nuestra mente no podría asociar hechos y nuestra supervivencia sería imposible.

Investigación sobre los principios de la moral.

La expresión que define la ética de Hume es “La virtud es esclava de las pasiones”. En este sentido, a diferencia de Rousseau, Hume mantiene que lo que constituye una sociedad no es un pacto racional entre los hombres, sino la utilidad o beneficio común (utilitarismo). Así, si en el conocimiento Hume explicaba la relación del hombre con la, naturaleza en la ética explica su relación con el medio social. Basa este análisis en unos principios psicológicos (sentimiento) que conducen a una crítica al intelectualismo ético.

Crítica al intelectualismo ético.

Hume considera que el conocimiento intelectual no es ni puede ser el fundamento de nuestros juicios morales. La razón no puede determinar ni impedir nuestro comportamiento; ahora bien, lo juicios morales determinan e impiden nuestro comportamiento; luego, los juicios morales no provienen de la razón.

El conocimiento de las relaciones entre ideas, las matemáticas, por ejemplo, es útil para la vida, pero por sí mismo no impulsa a su aplicación moral.

En cuanto al conocimiento de hecho, se limita a mostrarnos hechos y los hechos no son juicios morales. Las cuestiones de hecho solo nos informan de las circunstancias en las que tenemos que juzgar o actuar moralmente. Pero en último término, nuestra conducta o juicio moral dependen de un sentimiento de aprobación o censura moral.

Falacia naturalista es la confusión que se produce cuando la razón enuncia juicios morales como si fueran hechos: confusión entre los hechos (ser) y las valoraciones (deber ser).

Principales tesis de la ética de Hume.

Emotivismo moral: acerca del fundamento de los juicios morales, éstos no se basan en la razón, sino en el sentimiento. El sentimiento moral, por su parte, es un sentimiento de aprobación o censura que experimentamos con respecto a ciertas acciones y maneras de ser.

Utilitarismo: no se valora la acción en sí, sino sus consecuencias. Éstas deben procurar placer o evitar dolor a la mayoría.



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