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Del nacionalismo árabe al fundamentalismo islámico. Avance del conservadurismo

El prestigio de los Estados nacionalistas comenzó a decrecer. Crearon estructuras clientelares, de partido único, con hegemonía militar. Fue frecuente la corrupción y no hubo avances democratizadores. Las diferencias entre los Estados nacionalistas y las monarquías conservadoras se fueron atenuando. En todos se produjo, además, el fracaso de la modernización: en términos políticos, por la pervivencia del autoritarismo; desde el punto de vista económico, motivado por la incapacidad de salir del subdesarrollo.
Subsistieron economías dependientes, incluso en los países productores de petróleo. Se impuso un modelo de monocultivo, sin una diversificación significativa de la producción. Se trataba de Estados rentistas, que optaron por la vía paternalista y ofrecían algunos servicios, a veces exención de impuestos y subvenciones, a productos básicos. A cambio, la sumisión y obediencia venían a legitimar a los regímenes, pero con la exclusión de la participación política.

Tanto los Estados nacionalistas como las monarquías conservadoras plantearon la modernización como uno de sus ideales. En la práctica ésta resultó superficial, un crecimiento sin desarrollo que benefició a las oligarquías y a los reducidos círculos del poder. De esta manera coexistirían una élite con acceso a una modernidad de rasgos occidentales y amplias masas para las que se exhibían los signos de la prosperidad, de la que al final quedaban excluidas, y se predicaba una moral tradicional como base del orden social. El señuelo de la modernización y sus selectivas realizaciones fueron vistas por gran parte de la sociedad como el privilegio de una minoría selecta o como una imposición de las potencias occidentales.

En este ambiente comenzó a prosperar el islamismo, como la opción al nacionalismo político o a las estructuras conservadoras de las monarquías; creció tras el fracaso de las transformaciones que siguieron a la descolonización. No cuajaron, en cambio, las nociones nacidas en el mundo occidental (nacionalistas, liberales, socialistas, comunistas...), afectadas por el mismo desprestigio que sufrían los esquemas gubernamentales, de parecida filiación ideológica. 

La invocación al islam había tenido ya participación en la política. Los regímenes nacionalistas se definían como laicos, aunque hicieron profesión de fe en el islam como elemento de identidad, sin que de inicio fuera su fuente de legitimación. Con el paso del tiempo jugaría este papel, al desgastarse la idea nacionalista. Las monarquías conservadoras, que se presentaban como guardianes de la autenticidad religiosa, acudían al islam para justificar las estructuras tradicionales y de esta manera mantener el orden social. 

El islamismo dista de esos usos simbólicos. Propone que la política y la sociedad se construyan sobre una interpretación integrista del islam. La religión serviría no ya para legitimar el poder, sino para diseñarlo. Los principios coránicos orientarían la legislación y los comportamientos públicos y privados.

Fuente:
Por Manuel Montero en Muy Interesante Historia, ‘El Islam. Los misterios de una religión’, Ed. Televisa, p. 92 – 93.

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