Detrás del velo. Introducción

La discriminación que las mujeres sufren en los países de mayoría musulmana es consecuencia de una interpretación tendenciosa de sus textos sagrados. Desigualdad, prohibiciones y castigos coartan la libertad femenina para perpetuar el dominio del varón. 

La condición de las mujeres en el islam es difícil de definir. Hace ya casi 1,500 años, esta religión aunó fe e ideología y reorganizó a la antigua sociedad tribal árabe con nuevas leyes sobre el vestir, las relaciones, en general todos los aspectos de la vida. La "Arabia feliz" de la época de la Yahiliya -preislámica- dejó de serlo, sobre todo para ellas. El islam triunfó sobre las divinidades femeninas como Allat -dama de la guerra-, Al-Ozza -la muy poderosa- y Manat -la diosa del destino y de la muerte-. Esto no sólo significó la sumisión del ser humano a un único Dios varón, sino que supuso el sometimiento del sexo femenino bajo el masculino.

Todas las leyes que habrían de regir lo humano y lo divino quedaron plasmadas en el Corán, que junto con la sunna -el conjunto de hadiz, dichos y hechos del Profeta- dieron lugar a la sharía, la ley musulmana. La sharía clasifica el comportamiento del musulmán en cinco categorías: haram (lo prohibido), ninkriib (lo que se desaprueba), mubah (lo neutral), mustahabb (lo que se recomienda) y fard (lo obligatorio). Curiosamente inustahubb trata los asuntos del matrimonio, la familia y las relaciones sociales, aspectos que evidentemente afectan a las mujeres y quedan en el limbo de la libre interpretación. 

Puede resultar sorprendente descubrir que en la época de Mahoma las mujeres contribuyeron activamente a la vida social y económica. Un claro ejemplo fue Jadiya, su primera esposa. Quince años mayor que él e inmensamente rica, fue quien le propuso matrimonio siendo su empleado. Jadiya fue la primera persona que creyó en él, lo alentó en su misión y también se enfrentó a sus enemigos. Además, gracias a sus riquezas Mahoma pudo dedicarse plenamente a su prédica. 

Fue tras la muerte de Jadiya cuando Mahoma dio rienda suelta a un erotismo que lo llevó a mantener un elevado número de esposas, concubinas y esclavas con las que se relacionó por causas diferentes: amor, sexo y política. De todas ellas, la más importante fue Aisha. Conocida como la "Madre de los Creyentes", y con quien se desposó siendo una niña, solía decir al resto de sus mujeres: "Déjenme en paz y no me vengan con las cosas de Aisha, porque entre las sábanas de esta mujer recibí una revelación, cosa que no ha sucedido con ninguna de ustedes". Hermosa, inteligente e intrigante, desempeñó un papel fundamental en la redacción de muchos hadices y en las confrontaciones políticas internas en torno a la sucesión de Mahoma; incitó a la desobediencia civil y dirigió las tropas en la decisiva Batalla del Camello contra Alí, padre de los shiies y su enemigo acérrimo. 

El escándalo sexual salpicó a Mahoma cuando, tras varios matrimonios políticos, se casó con Zeinab, la mujer de su hijo adoptivo Zaid. Al enterarse éste que de manera casual su padre la había visto ligera de ropa y se había enamorado de ella, decidió repudiarla para que se pudieran casar. Fue en ese momento cuando Mahoma tuvo la revelación que terminó con la prohibición del matrimonio con las esposas de hijos adoptivos. Igual de oportuna fue la revelación de la legalidad de los matrimonios entre musulmanes y cristianas o   judías:   exactamente cuando se enamoró de la cristiana copta Mariyah.

Fuente:
Por Gema Delicado en Muy Interesante Historia, ‘El Islam. Los misterios de una religión’, Ed. Televisa, p. 73 – 74.

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