Mahoma. La “política exterior”

Durante un tiempo, Mahoma permaneció en Medina, dedicado a crear una estructura política más evolucionada para lo que él ya concebía como un imperio, por lo que envió embajadores a los Estados que colindaban con los territorios árabes.

De esas misiones diplomáticas destacan las enviadas al rey de Persia, Cosroes II, y a Heraclio, el emperador de la Roma oriental, con sede en Constantinopla; ambos eran los máximos jerarcas del Oriente Medio, pero en esos tiempos era Cosroes II quien llevaba la delantera en la carrera de conquistas en una gran área que incluía Palestina, Armenia, Capadocia, Jerusalén, Libia y Egipto; él era el rey más poderoso en ese tiempo, y si no había incorporado los territorios árabes a su imperio era porque ahí no había nada que le interesara; por eso le pareció extraño que de pronto se presentara el embajador de un personaje desconocido con una carta que comenzaba diciendo: 

En nombre del Dios Todomisericordioso, Mahoma, hijo de Abdallah y apóstol de Dios, a Cosroes, rey de Persia. 

El rey se indignó mucho por lo que consideraba una presentación arrogante y que mostraba irreverencia hacia su persona, por lo que en vez de leer la carta, la rompió y escribió a su virrey en Yemen: 

Me han dicho que vive en Medina un loco, de la tribu de Coraix que se hace pasar por profeta. Haz que recupere la sensatez; o si eso no es posible, envíame su cabeza. 

Cuando supo Mahoma el tratamiento que el rey había dado a su carta, dijo: Lo mismo hará Alá con su imperio, lo reducirá a pedazos. 

El emperador romano Heraclio fue mucho más gentil con el mensaje de Mahoma y con el embajador, prestó atención al traductor que le leyó la carta en la que el Profeta lo instaba a renunciar al cristianismo y abrazar la fe del Islam; el emperador simplemente hizo a un lado la carta y despidió al mensajero con regalos y buenas maneras. 

Mahoma envió otra embajada ante el gobernador de Egipto, quien originalmente había sido súbdito de Heraclio y que ahora mantenía una situación relativamente independiente con los Persas. Al recibir la invitación para convertirse al Islam dijo que tenía que pensarlo un tiempo; sin embargo envió a Mahoma muchos regalos espléndidos, pero los más apreciados por Mahoma fueron dos muchachas coptas, Mariya y Shiren. Especialmente Mariya llamó la atención del Profeta, pero prefirió no casarse con ella, sino hacerla su concubina; el Corán condenaba el concubinato para todos los musulmanes, con la sola excepción de su Profeta. 



Fuente:
Los Grandes – Mahoma, Editorial Tomo, p. 125 – 128.

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