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La vida es una tombola





Como bien dijera esa canción: “La vida es una tómbola, tom-tom-tómbola”, aunque no es de luz ni de color, sino de muchos matices, que pueden ser sombríos o claros, y muchas veces se ha mencionado hasta el cansancio que a veces se tiene buena o mala suerte, e independientemente de si seas optimista o pesimista, es un hecho que esas dos caras de la moneda tengas que vivirlas, y es de ley que las tengas que experimentar consecutivamente, dando lugar a las famosas rachas.

Y es que hay indeterminados momentos de nuestra existencia donde sin querer las cosas te salen, hasta sin desearlas o por error la suerte te favorece, por lo que te sientes en armonía con el universo y presumes de ser un chingón, y generalmente eso pasa cuando sin estudiar sacas una buena calificación en el examen, la chica más guapa te habla y acepta ser tu novia enfrente de todos tus amigos, te dan una beca no solicitada, ganas premios sencillos en el cine o supermercado, etc. La buena suerte es agradable y siempre es bienvenida, lamentablemente suele tener breves periodos y solo muy pocos de ellos la disponen para ganar la lotería u obtener algo de verdad trascendental.

Por otro lado, con más frecuencia y menos agrado, las rachas de mala suerte tienen su aparición, y como si existiera alguien al pendiente de todos tus asuntos, esta empieza justo en el momento en el que menos mala suerte requieres, ya sea para una actividad importante de la escuela o el trabajo, para realizar algún trámite en banco o secretaría de gobierno, o cuando quieres salir e impresionar a la chica de tus sueños, etc.

Y es que nunca falta que algo se te olvide, como un papel, el trabajo, lustrarte los zapatos, lavar la ropa; o en casos todavía de mayor mala suerte, las palomas se cagan sobre ti, un camión te echa humo, un auto te moja con el charco de la banqueta, un taxista te la recuerda, una imperfección te sale, te asaltan, etc.; la mala suerte suele aparecer (por más fan radicalista que seas del Club de los Optimistas) en el momento menos indicado.

Bien dicen que la vida también se puede comparar con una montaña rusa, ya que a veces estás arriba y a veces abajo, muchas veces se está en medio, y lejos de andar de emos o prodigando amor, o de presumir o andarnos lamentando de nuestra situación, deberíamos aplicar la clásica máxima de vivir cada día como si fuera el último, o si no lo quieren ver en tono cursi, “A chupar y coger que el mundo se va a acabar”.


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