No hay más fortaleza que la del espíritu. No fundes tus esperanzas en los demás. Aprende a bastarte a ti mismo y serás el vencedor y no el vencido. Conócete a ti mismo para aprender a conocer a los demás. Arráncale triunfos a la vida y no derrotas. Que tu valor se base en la firmeza de tu carácter, y en la rectitud de tus pensamientos. Si tu grandeza radica en tu cerebro y en tu corazón, perdurará siempre. Todo infortunio ha de darte una lección para el porvenir. Tus desgracias deben servirte de apoyo para alcanzar más altos niveles de perfección moral. No arrebates jamás la felicidad que no puedes dar. El bien repercute en quien lo hace y el mal retorna siempre al mismo punto de donde partió.
Fuente: "Palabras de oro. Alimento del alma", Ed. Aguilar.
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