(1478 – 1535).
Fue en su tiempo lo que ahora llamaríamos un intelectual; un hombre de ideas que vivía en un mundo de acción, un hombre brillante en medio de la oscuridad, un creyente en la justicia y la verdad, desamparado en un sistema político carente de una ética social. Un hombre así no puede adaptarse a la realidad, tiene que inventarse un mundo a la medida de su grandeza intelectual y moral.
Nació en Londres en 1478 y fue hijo de un juez de la corte, por lo que desde chico vivió el mundo de las leyes y de la política. Estudia leyes también en Londres y durante un tiempo ejerció como abogado litigante. Con el favor de Enrique VIII, quien llega al trono en 1509, Moro participa en la vida política, básicamente como asesor del rey, pues es ya reconocido como filósofo y jurista.
En 1529 es nombrado Canciller de Inglaterra, cargo al que renuncia en 1532, época de crisis para el reino y también para la conciencia de Moro, pues es el momento en que Enrique VII decide romper con el Vaticano para volverse a casar, crea la Iglesia Anglicana e implementa un aparato político represivo con objeto de afirmar su poder. Al oponerse al despotismo del rey, Moro genera dos reacciones: el Vaticano interpreta su actitud como un acto de lealtad, lo que más tarde le valdría el ser considerado mártir del catolicismo e incluso su canonización como santo. Por su parte, Enrique VIII lo considera un traidor a la causa británica, que en realidad era la suya propia, y lo condena a la pena capital, por el indigno procedimiento de ser ahorcado primero y descuartizado después, aunque más tarde el rey le conmuta la pena por la decapitación en la plaza pública, lo que no deja de ser un acto de real benevolencia. La sentencia es ejecutada el 6 de Julio de 1535.
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