Gabriela Mistral-Bolívar




Fue un hombre verdaderamente extraordinario. Vivió entre llamas, y lo era.


Como los montes, era él ancho en la base, con las raíces en el mundo, y por la cumbre, enhiesto y afilado, como para penetrar mejor en el cielo rebelde.

Su gloria lo circunda, inflama y arrebata. ¿No es vencer el sello de la divinidad? Vencer a los hombres, a los ríos hinchados, a los volcanes, a los siglos, a la Naturaleza. Ha recorrido con las banderas de la redención más mundo que ningún conquistador con las banderas de la tiranía: habla desde el Chimborazo con la eternidad y tiene a sus plantas, en el Potosí, bajo el pabellón de Colombia picado de cóndores, una de las obras más bárbaras y tenaces de la historia humana. Como el sol llegan a creerlo, por lo que deshiela y fecunda y por lo que ilumina y abrasa.

Muere él en Santa Marta, pero permanece en el cielo de América con el inca al lado y el haz de banderas a los pies, calzadas las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy, ¡Porque Bolívar tiene qué hacer en América todavía!



Fuente: SEP. Español. Quinto Grado. Lecturas (1972).

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