La niña Juana Inés. Juana de Nepantla

…nací
donde los rayos solares
me mirasen de hito en hito
no bizcos como en otras partes.

Sor Juana.

El nombre real de Sor Juana fue Juana Inés de Asbaje y Ramírez. Era hija ilegítima y nació en San Miguel Nepantla, hoy Estado de México. Su madre, Isabel Ramírez de Santillana, tuvo seis hijos naturales con dos hombres: don Pedro Manuel de Asbaje y el capitán don Diego Ruiz Lozano. Tanto el testamento como el acta de defunción de doña Isabel revelan el estado natural de madre e hija. Sin embargo, existe una aparente contradicción entre esos dos documentos y la afirmación de Juana Inés al profesar y testar, ya que ella dice ser hija legítima.

Gracias a la investigación y sobre todo a los documentos rescatados por uno de los descendientes de la familia de Sor Juana, Guillermo Ramírez España, se ha podido reconstruir su árbol genealógico desde sus bisabuelos, don Diego Ramírez Santillana y doña Inés de Brienes, originarios ellos de San Lúcar de Barrameda, hasta las ramas vivas de la familia.

Pedro Ramírez de Santillana, el abuelo de Sor Juana, “casó con doña Beatriz Ramírez Rendón, y a principios del siglo XVII estaba avecinado, con su mujer, en jurisdicción del pueblo de Huichapan, perteneciente al Marquesado del Valle, donde nació su hija María”. El matrimonio tuvo una larga descendencia: once hijos entre quienes figura la madre de Sor Juana, Isabel Ramírez de Santillana.

Años después (1635) toda la familia emigraría a San Miguel Nepantla, a una hacienda de labor llamada La Celda, cercana al pueblo de Chimalhuacán (Estado de México) y que don Pedro Ramírez de Santillana arrendaría a los dominicos. Éste sería el lugar elegido por el destino para el nacimiento de Juana Inés, y la parroquia de Chimalhuacán – Chalco (al otro lado de las montañas septentrionales), el santuario donde sería bautizada la mujer que “más lustre habría de darle a la familia y más brillo a las letras de México”. Sobre los libros del abuelo, al parecer hombre no escaso de cultura ni de recursos (su testamento revela que era propietario de tierras, hombre de empresa, culto y con cierta solvencia económica), levantará Sor Juana su primer vuelo intelectual.

La nieta heredó de don Pedro su incansable ahínco para el trabajo y sus múltiples capacidades. Él tenía en su pequeña biblioteca libros que no eran estrictamente religiosos, mismos que la pequeña Juana leyó cuando se aburrió de los que le proporcionaban en la escuela, pasando horas del deleite encerrada en aquella pieza. La puerta de los conocimientos divinos y humanos se entreabrió para aquella niña sedienta de saber. Es posible que don Pedro haya sentido especial predilección por aquella nieta de extravagantes inquietudes que prefería sus viejos libros a jugar con los demás niños de su edad en la plaza del pueblo; sin duda habría alguna afinidad entre ellos por más que Sor Juana, reservada en sus afectos, no nos haya dejado testimonio del cariño por el que hizo para ella las veces de padre. Él murió cuando Sor Juana tenía cinco años (1656).

De su padre biológico se tienen escasos datos. ¿Cómo y cuándo llegó por aquellos parajes mexicanos hasta la casa de los padres (españoles ambos) de doña Isabel Ramírez de Santillana, un capitán vizcaíno de nombre Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca? Este vasco nacido en la pequeña villa de Vergara, a las márgenes del alegre riachuelo de Deva, debió ser un hombre recio como todos los de su raza. Algo del carácter de Juana Inés, su energía, fuerza de voluntad, obstinación e incansable dedicación, debió heredarlos de su progenitor, aquel Pedro Manuel ignorado por la historia.

Al vasco debió gustarle mucho el paisaje y el clima ‘confinante a los excesos de calores y fríos’, de San Miguel Nepantla. Y acaso lo idílico del lugar contribuyó al rápido desenlace de sus amores con la criolla Isabel Ramírez de Santillana. Se sabe solamente que el vasco y doña Isabel tuvieron tres hijas, que la menor de ellas, Juana, vino al mundo el 12 de Noviembre de 1651, en un aposento llamado entonces por el pueblo La Celda, en la alquería de San Miguel de Nepantla: un lugar que es como el vértice de un abiertísimo ángulo que tiene hacia abajo, al Sur, la cañada de Yecapixtla, y arriba, al Noroeste, el pueblo de Ozumba. La figura de su padre tampoco aparece en los escritos de Sor Juana, sin embargo, cuando ella se hizo religiosa en el año de 1669, parece que él aún vivía.

De su madre, doña Isabel Ramírez de Santillana, se sabe que nació en una pequeña aldea situada no muy lejos de Cuautla llamada Yecapixtla (yecatl significa ‘nariz’ y pitzli, ‘cuero’ o ‘hueso’; los indígenas del lugar usaban en la nariz unos adornos de esos materiales). Yecapixtla es un lugar típicamente indígena, una ´célula viva del mestizaje mexicano. Así, pues, Sor Juana heredó la sangre indígena por la vía materna y utilizó con orgullo el apellido de su madre, no obstante, apenas si se refleja la figura de esta madre en su obra, debido, quizá, a su ausencia durante la infancia. Isabel Ramírez se dedicó a criar a sus seis hijos y quién sabe cuáles serían las circunstancias que impidieron la plena identificación entre madre e hija. “No hubo, pues, compenetración espiritual entre ambas” – comentan los historiadores. Y parece ser que esa temprana separación moral y física del regazo materno explica el afecto que prodigará después la joven a sus ‘carísimas’ amigas las virreinas, quienes le protegerán con maternal cariño. La marquesa de Mancera y la condesa de Paredes suplirán, de alguna manera, la devoción filial que no pudo prodigar a la madre. Sor Juana menciona en sus escritos a su madre dos veces: una, a su hermana mayor, y dedica un soneto a su hermano menor.

“La orfandad espiritual de Juana Inés moldeará en gran parte su carácter y determinará mucho sus sentimientos de soledad y desconfianza” – afirma un biógrafo de la Musa; mientras que otro aclara que “al parecer desamorado olvido filial de Sor Juana, su entrañable pasión en el atenuar la culpa del que peca, y en el amonestar el fácil precipicio de una doncella hermosa y desvalida en el mundo; ya que también, por ventura, enriqueciendo la compleja raíz social y psicológica de la total negación que tenía al matrimonio”.

No obstante los avatares de su vida, Isabel Ramírez supo mantener unida a su familia. Los documentos recopilados por el descendiente de la familia de Sor Juana – Guillermo Ramírez España – prueban que entre todos los hermanos existió “un afectuoso vaho de solidaridad familiar”. La misma Sor Juana rindió culto a su madre al haber elegido su apellido durante los primeros años de su vida religiosa, pues como Juana Ramírez solicitó su ingreso al Convento de San Jerónimo; además, en la Orden se daba preferencia a las hijas de españoles americanos.

Juana Ramírez o Juana de Asbaje siempre estuvo orgullosa de ser criolla de ascendencia indígena, con cabal conciencia de que el vínculo más directo con su tierra natal le llegaba por vía materna. Se sabía “rústico aborto de unos estériles campos” – como se llamó ella misma.


Fuente:
Los Grandes Mexicanos – Sor Juana Inés de la Cruz, Editorial Tomo, 3° edición, p. 13 – 18.









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