La joven ilustre. La decisión

¿Por qué decide Sor Juana hacerse monja a los 16 años? ¿Era la decisión correcta para una doncella negada al ma­trimonio y resistente a ser "pared blanca donde todos quie­ren echar borrón"? Casi correcta — diríamos — porque lejos estaba Sor Juana de imaginarse el cerco que se iría estre­chando a su alrededor en razón directa al crecimiento de su fama.

Sin embargo, sus biógrafos y críticos se han planteado algunos interrogantes sobre su repentina decisión de in­gresar al convento tras haber permanecido una temporada, aparentemente feliz y exitosa, en la corte novohispana: ¿Una decepción amorosa? ¿Incompatibilidad entre su origen modesto y 'bastardo' y el selectivo mundo de la aristocra­cia virreinal? ¿O acaso una crisis de conciencia considerada quizá como una 'primera conversión' o crisis?

Sor Juana aclara muy poco respecto a su decisión en sus testimonios:

"Éntreme religiosa porque aunque conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las formarles) muchas repugnantes a mi genio, con todo, era para la total negación que tenía al matrimonio, lo menos despro­porcionado y lo más decente que podía elegir en materia de seguridad que deseaba de mi salvación; a cuyo primer respeto (como al fin más importante) cedieron y sujeta­ron la cerviz todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola; de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros. Esto me hizo vacilar algo en la determina­ción hasta que alumbrándome personas doctas de que era tentación, la vencí con el favor divino, y tomé el estado que tan dignamente tengo".

Para algunos sorjuanenses, ella buscaba únicamente 'La Verdad' — su verdad—, por el único camino que la atraía apasionadamente: el del conocimiento. Para éstos mismos parece que no hay interrogantes ni misterios en la resolu­ción irrevocable de Sor Juana: "se trazó una línea recta, la más corta en su época, para alcanzar su objetivo". Otros han sondeado persistentemente su poesía para buscar res­puestas en cuanto a sus supuestos amores y desamores durante el 'periodo mundano'. Y otros más, señalan que simplemente trataba de "continuar los estudios, y seguir en el centro de la vida intelectual de la capital, como en efecto sucedió". Hasta la fecha no se ha podido acabar de descorrer el misterioso velo que nos deje claro cuál fue la verdadera causa que determinó su decisión de tomar los hábitos.

El padre Núñez de Miranda "maduró y abrevió cuanto pudo aquella entrada de Juana Inés al Convento, porque habiendo conocido la discreción y gracia en su hablar, lo elevado de su entendimiento y lo singular de su erudición junto con su belleza física, atractivos todos a la curiosidad de muchos que desearían conocerla y tendrían por felici­dad el cortejarla, solía decir que no podía Dios enviar azote mayor a aqueste reino, que si permitiese a la joven se que­dara en la publicidad del siglo."

Hay quien dice que Sor Juana nunca tuvo vocación religiosa. Sin embargo, existen alrededor de ella suficientes razones para afirmar lo contrario. Si ella no hubiese tenido sobradas razones para aceptar la obediencia monástica, ni el padre Núñez Miranda, ni el clero en pleno, ni el virrey, ni nadie, la hubieran podido obligar a ingresar en el Con­vento, pues "no hay un solo acto en su vida que no haya sido dirigido por la siempre meditada determinación de su voluntad".

De mí misma soy verdugo y soy cárcel de mí misma...

Sor Juana. 


Fuente:
Los Grandes Mexicanos – Sor Juana Inés de la Cruz, Editorial Tomo, 3° edición, p. 49 – 51.

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