Antes de subir a la cima del monte Hermón o Hebrón, Jesús se despide de los tres apóstoles, explicando: "Me voy solo durante un tiempo para comulgar con mi Padre; les pido que aquí esperen mi regreso, oren para que se haga la voluntad del Padre en toda plenitud en lo que resta de la misión Hijo del Hombre."
Pedro pregunta.
— ¿Cuánto tiempo estaremos en esta montaña, lejos de nuestros hermanos?
Y Jesús contesta.
—Hasta que hayan visto la gloria del Hijo del Hombre y sepan en plenitud que todo lo que les he declarado sobre el reino de los cielos y la voluntad de mi Padre es verdad.
Durante la noche, los tres discípulos duermen profundamente cuando repentinamente son despertados por un ruido cercano, indefinido, no es de volumen alto, pero si penetrante; revisan con la mirada a su alrededor y para su sorpresa, miran a Jesús conversando con dos seres brillantes. El rostro y la silueta de Jesús también resplandece con la luminosidad de una luz celestial, no alcanzan a escuchar lo que conversan los tres seres luminosos, pero Pedro supone que los personajes que están con Jesús, son Moisés y Elías, por lo que da por asentado el cumplimiento de una de las partes más precisas de las profecías sobre esta reunión y el advenimiento del Mesías.
Allí, ante los ojos de los tres discípulos más avanzados e iniciados en las enseñanzas de Dios, se da la transfiguración o transformación. Es el momento en que Jesús transforma su rostro en uno lleno de luz, tanto que su túnica brilla de tan blanca y llena de luminosidad. Las otras dos figuras junto al maestro, insisten los discípulos en identificarlos como las de Moisés y Elías, no saben si es realidad o están en un sueño profundo producto de su meditación, a pesar de ello, Pedro le dice a Jesús: "Señor, es bueno que estemos aquí, si estás de acuerdo, formaremos tres pabellones, uno para ti, otro para Moisés y uno más para Elías". Mientras Pedro aún está hablando, una nube muy brillante se acerca y cubre a los cuatro, por lo que los apóstoles se asustan mucho y caen, en ese momento escuchan una voz conocida que les solicita: "Este es mi Hijo amado; no lo descuiden y pónganle mucha atención".
Cuando la nube desaparece, Jesús ayuda a los tres a levantarse, al mismo tiempo que les dice: "Levántense y no teman; verán prodigios más grandes que éste". Jesús está ante los tres apóstoles tratando de despejar su mente, nuevamente están los cuatro, pero lo que nunca borrarán de su memoria es la figura del Maestro ascendido transfigurada y brillantísima en compañía de Moisés y Elías.
Jesús bebe el cáliz llegado desde el reino de su Padre, Dios, sabiendo que con ello, sella su destino fatal, el tiempo ha llegado, el cielo habla y la Tierra pide ayuda divina, pues ya todo está decidido.
Los tres mortales tardan mucho en recuperarse de la sorpresa, Pedro es el primero en comentar: "Maestro, es provechoso estar aquí. Nos alegramos de ver esta gloria y queremos quedarnos, si estás tú de acuerdo". Pero eso ya no es posible, la tarea más importante de Jesús está por comenzar y no hay tiempo que perder, por lo que los discípulos y el Maestro forman un grupo silencioso y pensativo mientras bajan la montaña.
Sin embargo, Jesús solicita a sus acompañantes: "Asegúrense de no contar a nadie, ni siquiera a sus hermanos, lo que han visto y escuchado en esta montaña hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos". Los tres apóstoles no comprenden las palabras del Maestro y sólo dan un sí más por intuición que por reflexión. Cuando Pedro analiza las palabras de Jesús, siente una gran sacudida en cuerpo y alma al pensar en la muerte del Maestro, ya que es una idea que no está registrada en su memoria y es extremosamente amarga no sólo de soportar sino de tan siquiera imaginar fugazmente.
Pedro está inseguro y quiere evitar la mínima mención sobre la muerte y resurrección del Maestro, por lo que decide cambiar el tema de la plática pero con la cual se contradice en su pensamiento.
—Maestro, no comprendo, los escribas dicen que Elías debe venir primero antes de que aparezca el Mesías, tú ya estás aquí y no hemos visto esa aparición. Jesús comprende que Pedro no desea hablar nada sobre su muerte física, por lo que responde.
— Es cierto que Elías debe estar antes de la aparición del Mesías para preparar el camino del Hijo del Hombre, quien sufrirá muchas penurias e injusticias y que al final será rechazado por quienes deberían aceptarlo. Para responder tu pregunta, en verdad te digo que Elías ya vino y no fue recibido, sino que lo torturaron y despreciaron cuanto quisieron.
Los tres apóstoles abren su mente para descubrir que se refiere a Juan el Bautista y comprenden que si ellos continúan en considerarlo el Mesías, entonces Juan es el Elías de la profecía.
Mientras descienden de la montaña, Jesús les explica: "No me han recibido como Hijo del Hombre; por eso permito que me reciban de acuerdo con su designio establecido; pero no se equivoquen, la voluntad de mi Padre debe prevalecer. Si no cambian sus conceptos creados por su voluntad, entonces estén preparados para padecer muchas decepciones y soportar muchas pruebas; por eso, la preparación que han recibido de mi Padre a través mío, es provechosa para que superen estas penas que ustedes han elegido". Después de esta visita celestial en el Monte Hermón o Hebrón, Jesús conoce la voluntad de su Padre y decide continuar su misión con la humanidad hasta su fin natural, para esto es la transfiguración de Jesús.
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