La Guerra por la Independencia. La Iniciación

Miguel Hidalgo y Costilla nació en la hacienda de Corralejo, intendencia de Guanajuato, el 8 de Mayo de 1753. Hizo sus estudios en el Colegio de San Nicolás, donde se distinguió por su aplicación e inteligencia y llegó a ocupar los cargos de profesor y rector.

Fue cura de Dolores, pueblo de la Intendencia de Guanajuato. Allí creó nuevas industrias, como la alfarería y la cría del gusano de seda; enseñó a leer a los indios de su parroquia y organizó una banda de música y representaciones teatrales para dar distracción al pueblo. Por estos actos, y otros reveladores de gran bondad, se ganó el amor de sus feligreses.

Cuando Hidalgo recibió en Dolores la noticia de la conspiración de Querétaro había sido descubierta, determinó iniciar la guerra desde luego, cosa que hizo sacrificando su seguridad y bienestar personales; y aun cuando no tenía ningún plan de lucha suficientemente elaborado, ni armas, ni dinero, la mañana del 16 de Septiembre de 1810 mandó llamar a misa, para reunir al pueblo, y allí mismo anunció, explicando la necesidad de luchar contra los españoles y el mal gobierno, su propósito de libertar a México.

Animado por el deseo de libertad, el pueblo se unió a Hidalgo, con no menos entusiasmo que fe, y formó así el primer ejército insurgente. Sus caudillos eran Hidalgo, Allende, Aldama, Abasolo y Jiménez.

En cambio, todo el poder espiritual de la Iglesia Católica, que había sido grandísimo durante el Virreinato, se puso en contra del movimiento por la Independencia. Hidalgo, Allende, Aldama, Abasolo, y sus compañeros y seguidores, fueron excomulgados, apartados de la comunión con el resto de los católicos y privados del uso de los sacramentos religiosos. Con igual castigo se amenazó a cuántos católicos ayudaron a los insurgentes, o los protegieran, o no los delataran, a ellos y a sus emisarios, y a quienes leyeran las proclamas y cualesquiera otros papeles en que se hablara de la independencia. Estos ordenaron el arzobispo de México y los obispos de Michoacán, Guadalajara, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, etcétera.

No obstante, la falta de armas y la poca experiencia militar, aquel puñado de personas abrió para México el camino de la independencia y de la libertad.

En Atotonilco, Hidalgo adoptó como bandera un estandarte que tenía pintada la imagen de la Virgen de Guadalupe.

En San Miguel el Grande, se unió a Hidalgo el Regimiento de Dragones de la Reina, elemento muy valioso desde el punto de vista militar.

En Celaya, los insurgentes confirmaron a Hidalgo su nombramiento de jefe de la insurrección, con Allende como lugarteniente.

Fuente:
Generación 1960. Mi libro Historia y Civismo. Cuarto Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 52 – 54.
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