Lo anterior aconteció durante el cuarto juego de la eliminatoria rumbo a Corea – Japón 2002, en un duelo en que México abrió el marcador, pero Costa Rica, su rival, comenzó a ganar terreno poco a poco y terminó por dominar a placer.
Los contrastes de los responsables del banquillo: mientras Alexandre Guimaraes disfrutaba el triunfo, el gesto apesadumbrado de Enrique Meza lo decía todo; era la primera derrota de un equipo nacional mexicano en eliminatoria mundialista sobre la grama del Estadio Azteca.
Cuando aún faltaban seis de los 10 cotejos por la disputa de los tres boletos que le concedieron a la CONCACAF, el país entero comenzó a pedir la cabeza de un técnico que meses atrás era un reverenciado gurú por sus triunfos y título con el Toluca, lauros que lo encumbraron hasta el trono de seleccionador nacional.
Meza escribió uno de los capítulos más decepcionantes en la historia reciente del Tricolor.
Debutó en la fase decisiva con una derrota ante Estados Unidos; posteriormente el equipo goleó a Jamaica en el Azteca y después sólo obtuvo un mísero empate en Trinidad y Tobago, mismo del que el propio técnico dijo estar satisfecho, algo inaudito para los medios y la afición, si se toma en cuenta la abismal diferencia entre ambas ligas.
Tras la derrota ante los ticos, la Federación decidió aguantarlo una jornada más ante Honduras, no tanto por la confianza que se tenía, sino por el poco tiempo que había entre uno y otro compromiso.
Al final de aquella pesadilla, Meza sólo atinó a responder: “quedan seis partidos, suficientes puntos como para sobreponernos, pero la realidad es que ahora ha sido más difícil”.
“Explicar una derrota es sumamente difícil, creo que este día el equipo hizo su esfuerzo, pero fuimos claramente superados, eso está claro. No tuvimos ni siquiera un esbozo de acercamiento para terminar jugadas y la realidad es que la derrota es dolorosa pero merecida”.
Cuando habló con esas palabras en la conferencia de prensa todo el mundo sabía que estaba fuera, pero aún faltaba el compromiso ante Honduras en Tegucigalpa.
Los catrachos no tuvieron compasión y vencieron a un equipo mexicano sin idea y sin identidad. Así, mientras Carlos Pavón se regocijaba como el verdugo de los mexicanos, Meza hablaba ante las cámaras y micrófonos de las televisoras mexicanas justo al término del encuentro. “Yo me voy, ya hablé con don Beto (Alberto de la Torre, presidente de la FMF) para que busque a alguien más capaz y se haga cargo”.
Algunas versiones periodísticas apuntaron en su momento que la situación del Profesor Meza se finiquitó en el mismo vuelo de regreso a México.
La situación era más que desesperada, pues, a sabiendas del gran negocio que representa la Selección Nacional, una marginación mundialista echaría por tierra fuertes inversiones publicitarias.
La responsabilidad recayó, por decisión unánime, en Javier Aguirre, entonces técnico del Pachuca. ‘El Vasco’ sólo contaba con 10 días para parar un nuevo equipo antes de enfrentar a Estados Unidos en el Azteca.
Aguirre, un hombre inteligente, tomó como base del equipo a los elementos de Cruz Azul, quienes en ese instante exhibían un gran ritmo y espíritu, tras su exitosa campaña en la Copa Libertadores.
Javier fue muy claro en cada una de sus declaraciones previas al juego ante los estadounidenses. Ante Joaquín López Dóriga dijo que jugar bonito era lo de menos, había que ganar a como diera lugar, a patadas o mordidas, pero sumar los tres puntos.
‘El Vasco’ cumplió y, con cuatro victorias y un empate, obtuvo el boleto mundialista para México. Cuauhtémoc Blanco anotó cinco goles en esos cotejos, dos de ellos clave en el encuentro de visita ante Jamaica.
Aunque el
Tricolor finalmente se ubicó como segundo del Grupo, detrás de Costa Rica,
nadie pudo negar la astucia de Aguirre para mover sus piezas y rescatar un
barco que amenazaba encallar sin el botín en oro que representa una Copa del
Mundo.
Récord Mundial, Alemania 2006 ¡Piensa en Grande!, Ed. Notmusa, p. 138 – 139.
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