Pocos lugares en el mundo antiguo tuvieron un avance tan importante en su organización social, obras materiales y conocimientos, y parte de esa historia se desarrolló en el territorio de lo que ahora es el Estado de México.
En la primera época de esta civilización, durante el preclásico (2500 a.C – 100 d.C), inició el sedentarismo, la vida agrícola, se amplió el número de plantas domesticadas, comenzó la elaboración de la cerámica y surgieron numerosas aldeas.
Las sociedades eran igualitarias al comienzo de este periodo. El culto religioso tuvo como principales deidades a las de la lluvia y la fertilidad. Se creó el calendario, junto con la numeración y la escritura.
La cultura olmeca prosperó y dejó numerosas muestras de su presencia. En el Estado de México se han encontrado vestigios de la época aldeana en Tlatilco, Tlapacoya, Zohapilco y Coapexco.
Poco a poco hubo mejoras en las técnicas agrícolas y algunas aldeas aumentaron de tamaño hasta convertirse en grandes ciudades, con lo cual inició una nueva época, el clásico (100 a 900 d.C). La población aumentó, pero también las diferencias sociales entre los gobernantes y el resto de la gente.
Los gobernantes tuvieron como tarea organizar el ritual religioso, el trabajo colectivo y el comercio de objetos de lujo traídos de tierras muy lejanas, así como guiar a las tropas en guerra. El resto de la población se dedicaba a la agricultura y otros oficios, como la elaboración de cerámica, herramientas de piedra y obsidiana, tejidos y vestimentas, o bien a la recolección y la caza o el comercio local.
En esta época alcanzó su esplendor el conocimiento matemático y la observación de los astros. Las deidades más importantes fueron las de la lluvia y la fertilidad. Teotihuacan fue la ciudad más grande de su tiempo e impuso su dominio sobre otros pueblos mediante el control de las redes de comercio a larga distancia. En el Estado de México se puede ver evidencia de la cultura teotihuacana en Valle de Bravo, El Portezuelo, San Miguel Ixtapan, Santa Cruz Atizapán y Santa Cruz Azcapotzaltongo.
Cuando las grandes ciudades del clásico perdieron su poder, surgieron ciudades más pequeñas que lucharon entre sí para imponer su dominio, a este periodo se le conoce como posclásico (de 900 d.C a 1521 d.C). La guerra tuvo como finalidad obtener el pago de tributos de los pueblos conquistados, el cual consistía en trabajo, productos agrícolas, animales domésticos, textiles y productos de lujo, como plumas preciosas, ámbar, metales y cacao.
En este
periodo se desarrolló un arte que representó a las deidades guerreras y se
incrementó mucho el sacrificio humano. Debido a la guerra, las nuevas ciudades
se construyeron sobre cerros, en medio de lagos y otros sitios de carácter
defensivo.
Fue un tiempo de muchas migraciones. En las ciudades convivía gente que hablaba diferentes idiomas y que procedía de diferentes regiones. Entre las ciudades más importantes de este periodo estuvieron Tula y siglos después la urbe mexica de Tenochtitlán, la cual logró dominar a casi todas las demás poblaciones mesoamericanas de su tiempo.
En la región del Estado de México florecieron numerosos centros: Xaltocan, de filiación otomí; Texcoco y Coatlinchan, señoríos acolhuas; Chalco y Amecameca, por citar los principales en la Cuenca de México. En el valle de Toluca se localizaban las ciudades de Tolocan, Tlacotepec, Zinacantepec, Xiquipilco, Xocotitlan, Teotenango y Malinalco, donde dominaba la población de matlazincas, otomíes, mazahuas y tlahuicas u ocuiltecas, cuyas ciudades fueron sometidas por los mexicas en el siglo XV.
Generación 2014. La entidad donde vivo. México, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 62 – 65.
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