Se acercó a la cama y apoyó el conjunto al lado de la ropa que llevaría a la funeraria: su mujer acababa de morir. Se giró hacia mí y me dijo: “nunca guardes nada para una ocasión especial, cada día que vives es una ocasión especial”.
Todavía
pienso cómo me han cambiado la vida estas palabras. Ahora leo más y limpio menos,
me siento en la terraza... ... y admiro el panorama sin prestar atención a los
hierbajos del jardín. Paso más tiempo con mi familia y mis amigos, y menos
trabajando. He entendido que la vida es un conjunto de experiencias para gozar,
no para sobrevivir. No guardo nada. Uso los mejores vasos todos los días. Me
pongo el traje nuevo para ir al supermercado si me apetece. Ya no guardo mi
mejor colonia para fiestas especiales, la uso todas las veces que me apetece. Las
frases “Un día…” y “uno de estos días...” han desaparecido de mi vocabulario.
Si merece la pena hacerlo ahora... ¿Por qué esperar?
No sé lo que habría hecho la mujer de mi amigo, si hubiese sabido que no estaría aquí mañana. Creo que habría llamado a sus familiares y sus amigos más íntimos; a lo mejor habría llamado a viejos amigos para disculparse por viejas peleas. Me gusta pensar que habría ido a un restaurante chino... Su preferido.
Son estas pequeñas cosas no hechas las que me molestarían si supiera que tengo las horas contadas. Molesto porque dejaría de ver a los amigos que vería “uno de estos días”... Molesto por no escribir esas cartas que quería escribir “algún día”... Molesto y triste porque no dije a mis hermanos y a mis hijos cuánto les quiero... Ahora intento no guardar nada que añadiría risa y alegría a nuestras vidas... Cada día me digo a mi mismo que éste es un día especial. Cada día, cada hora, cada minuto es especial...
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