Desde el punto de vista financiero se denomina “activo circulante neto” o “capital de trabajo” al excedente entre el activo y el pasivo circulantes. Respecto al concepto de activo y pasivo circulantes se presentan puntos de vista alternos. Algunos argumentan que la clasificación de activos y pasivos “circulantes” y “no circulantes” intenta presentar una medida aproximada de la liquidez de la entidad, es decir, su capacidad para llevar a cabo sus actividades diarias sin afrontar riesgos financieros.
Algunos autores, sin embargo, argumentan que una clasificación entre “circulantes” y “no circulantes” más bien pretende mostrar la identificación de los recursos (activo) y obligaciones (pasivo) que circulan o rotan de manera constante.
Estas concepciones se presentan como incompatibles, ya que, por una parte, el criterio para clasificar los activos y pasivos circulantes o no circulantes como medida de la liquidez atiende a si éstos serán convertidos en efectivo o liquidados en un futuro cercano. En cambio, el criterio de rotación o circulación del activo o pasivo es si serán consumidos o saldados por la empresa en la generación de ingresos dentro del ciclo normal de operaciones.
Para estos efectos, se entiende como ciclo de operaciones o ciclo financiero a corto plazo el tiempo promedio entre el momento de adquisición de materiales y aquel en que se realiza la liquidación final del efectivo; es decir, el tiempo que media entre la aplicación de efectivo en la compra de mercancías, su venta, conversión en cuentas por cobrar y su cobro o recuperación en efectivo.
Hendriksen define al ciclo financiero como el tiempo que lleva convertir el efectivo en producto de la empresa y entonces volver a convertir el producto en efectivo, este ciclo puede ser diferente en una empresa comercial, la cual no efectúa el proceso de transformación o producción.
La NIIF señala que el ciclo normal de operación de la empresa es el tiempo que transcurre entre la adquisición de los materiales, que entran en el proceso productivo, y la realización de los productos en forma de tesorería o mediante un instrumento financiero fácilmente convertible en efectivo.
Esta clasificación es importante dada la utilidad de hacer la distinción de circulante y no circulante en los estados financieros. Elías Lara Flores lo hace con base en la disponibilidad de las partidas, entendiéndose para estos efectos como “la mayor o menor facilidad que tengan para convertirse o transformarse en efectivo”.
También se dice que un bien, un derecho, una propiedad, etc., tiene mayor grado de disponibilidad cuanto más fácil sea convertirlo en efectivo; por ejemplo, una cuenta por cobrar es más fácil convertirla en efectivo que una mercancía (suponiendo que la empresa realiza su venta a crédito).
Por otra parte, se cree que un bien, derecho, propiedad, etc., tiene menor grado de disponibilidad cuanto más difícil (menos fácil) sea convertirlo en efectivo; por ejemplo, una cuenta por cobrar a largo plazo (más de un año) o un edificio que se compró para uso y no para venta es difícil convertirlo en efectivo (aun cuando, por su uso, colabora en la generación de flujos de efectivo).
Fuente:
Álvaro Javier Romero López, ‘Principios de Contabilidad, Ed. Mc Graw Hill (4° edición), p. 157 – 159.

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