Ernesto Morales – El tigre y el zorro




El tigre ya estaba cansado de las maldades del zorro, no podía más. El zorro se metía hasta en su vida privada, que es mucho decir, y por eso el tigre determinó matar a su enemigo a como diera lugar. Sin embargo, matar a un zorro ágil, listo, y sin vocación para el martirio, no era fácil. Además el zorro tenía una vista rapidísima, cómo de relámpago; oído avizor, olfato infalible, y dos pares de patas elásticas que mucho le habían servido desde que nació.

El tigre se daba cuenta de que tendría que ser más listo que el zorro para poderlo atrapar, y para eso le habló al buitre. Los dos estuvieron media hora hablando en secreto; el buitre se cubría un poco con el ala para hablarle al tigre a la oreja, no fuera que la brisa se llevara sus palabras por el bosque, y los animales, pero sobre todo el zorro, se enteraran de sus planes.

Otro día por la tarde el tigre se dejó caer en un claro del bosque, y levantó sus patas al cielo, como si estuviera muerto. Enseguida se vio al buitre que volaba en círculos cada vez más bajos alrededor del tigre, que ya se sentía cansado de estar tieso, haciéndose el muerto.

La noticia corrió. ¡El tigre, el señor de la selva, había muerto! Y allá van corriendo todos los animales para ver si era cierto. El zorro, al contrario, con cautela, sin apuros de ninguna clase. Abrió mucho los ojos y desde lejos pudo ver el cadáver de su enemigo; cuando se acercó más, estiró su agudo hocico y empezó a olfatear.
  • Acércate más, verás que está bien muerto – le dijo el buitre, parado sobre la cabeza del caído.
El zorro no dijo nada y continúo olfateando. Por fin dijo con mucha desconfianza:
  • Mi vista me dice que está muerto, pero mi olfato me avisa que huele a vivo, y como yo tengo mejor olfato que vista, pues…
Y sin dar tiempo a nada el zorro dio media vuelta y echó a correr. El tigre, enojadísimo, lanzó un rugido y salió de estampida tras él, pero el zorro ya le llevaba mucha ventaja.


Fuente: SEP. Español. Quinto Grado. Lecturas (1972).

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