Adam Smith en el siglo XVIII, denominó la paradoja del agua y los diamantes, a la siguiente reflexión: ¿Cómo se explica que siendo el agua tan útil para los seres humanos y tan esencial para conservar la vida, sin embargo, es menospreciada y vendida excesivamente barata? Contradictoriamente, los diamantes, cuya utilidad real para la vida es nula y sirven únicamente en su condición de joya, se vende a precios altísimos. El razonamiento continúa así: las personas pueden sobrevivir sin diamantes, pero si estuvieran en medio del desierto durante tres días, valorarían un vaso de agua más que todos los diamantes del mundo. Lo que ocurre es que los diamantes tienen precios elevados debido a una cierta utilidad (o satisfacción) alta que se relaciona con su limitada existencia. La utilidad del bien no es lo que explica sus precios sino que éstos responden a la escasez.
No obstante, el hecho de que un bien sea escaso no asegura que tenga un precio alto. Un cuadro pintado por un mal pintor puede ser sumamente escaso, digamos que una pieza única, pero no ello no va a determinar que tenga un gran precio, si las personas no obtienen satisfacción de su contemplación. Las dos condiciones, utilidad y escasez, contribuyen a la explicación de los diferentes precios que tienen los bienes.
Fuente: Vive la Economía 1 (Progreso Editorial); iadb.org
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