La teoría monetarista.
Muchos son los autores que, a lo largo de la historia, plantearon la importancia de la moneda. Según Emile James, las teorías monetarias se dividen en teoría cuantitativa y teoría de la repartición automática de oro entre las naciones.
A principios del siglo XX encontramos la tradición clásica y la corriente nominalista. La primera, cuantitativa y metalista, señala que el valor de la moneda dependerá de las cantidades en circulación, en cambio, la corriente nominalista consideraba que no era la cantidad de metales preciosos contenidos en la moneda lo que determinaba su valor, sino su poder adquisitivo.
Para los nominalistas, la moneda es diferente a las demás mercancías y el valor de los metales preciosos se modifica al ser utilizados como moneda.
Como representante de la tradición clásica está Irving Fisher, y de la nominalista, Marcel Mongin.
Hacia la Primera Guerra Mundial, la moneda se definía como toda riqueza que generaba un poder de compra inmediato.
El monetarismo, a pesar de presentar distintas posturas, sustenta básicamente que el dinero es extraordinariamente en macroeconomía; de hecho, monetarismo y liberalismo son sinónimos en cuanto a la importancia dada al comportamiento del dinero, tal fue el caso de Milton Friedman y su obra ‘Una historia monetaria de Estados Unidos’.
El monetarismo insiste en que los cambios en las tasas de crecimiento del dinero (aceleraciones y desaceleraciones) explican cambios en la actividad real de la economía.
Desde el punto de vista de la condición de la política económica, las principales características del monetarismo son:
· El énfasis en la tasa de crecimiento de dinero.
· Los argumentos en contra de ajustar permanentemente la economía y a favor de la regla monetaria.
· El mayor peso que los monetaristas otorgan (comparados con los nuevos economistas) a los costos de la inflación, en relación con los del desempleo.
Estructuralistas.
Se llama estructuralistas principalmente a los economistas latinoamericanos que piensan que los problemas de los países en América Latina son estructurales, es decir, se derivan del propio funcionamiento del sistema económico. Esta perspectiva se interesará por proponer justamente reformas estructurales para mejorar la situación de los países de América Latina, agudizada luego de la Segunda Guerra Mundial.
La problemática particular de Latinoamérica pretende ser solucionada a partir de su propia realidad, reflejada en puntos específicos:
· Distribución de las tierras y eliminación de latifundios y minifundios, sustitución de éstos por espacios donde se explote adecuadamente la agricultura.
· Producción y comercialización de productos agrícolas.
· Fomentar la diversificación de la producción y comercialización en los distintos países.
· Acabar con la concentración y distribución inequitativa de la riqueza.
Se debe modificar también la estructura de la economía internacional, especialmente el comercio y las finanzas, para que su funcionamiento no sólo beneficie a los países industrializados sino también a los países de América Latina.
Algunos de los principales estructuralistas son Raúl Presbich, Víctor Urquidi, Celso Furtado, Osvaldo Sunkel, Aldo Ferrer, Leopoldo Solís y Aníbal Pinto.
La escuela dependentista.
La escuela latinoamericana del pensamiento económico denominada dependentista surge a partir de las explicaciones y soluciones de la escuela estructuralista y de las ideas de los nuevos marxistas. Para esta escuela, los problemas del subdesarrollo son consecuencia de las condiciones de dependencia de los países de América Latina con los países industrializados. Esta dependencia se da casi en todos los niveles, es decir, desde el económico hasta el cultural.
Los países latinoamericanos dependen de los países avanzados en el comercio, los aspectos financieros, la tecnología, la ciencia y la cultura. Esta dependencia hace que los países industrializados puedan influir y hasta controlar el avance de la economía de América Latina.
La estructura económica actual de los países de nuestro continente responde más a las necesidades de los países centrales que a las propias. Las soluciones que propone esta escuela del pensamiento pata resolver los problemas del subdesarrollo latinoamericano van desde una mayor y mejor industrialización (un desarrollo tecnológico propio que rompa con la dependencia exterior), hasta la sugerencia de prohibir las inversiones extranjeras y sustituirlas por inversiones que sí respondan a las necesidades propias y locales.
Fuente: Vive la Economía 1 (Progreso Editorial).
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