Nosotros esperábamos con ansias a Don Goyo. Tenía un compañero inseparable: su perro llamado Yunque. Llegaba todos los sábados con su yegua baya cargada de ollas, toallas, rollos de cinta, yoyos, y hasta gallinas y pollos.
Don Goyo vendía cosas a mi mamá, y a nosotros nos contaba historias maravillosas. Platicaba que era dueño de un castillo con muchas puertas y con muchas llaves, pero sólo él podía verlo, porque al salir el sol, el castillo desaparecía.
Nosotros lo queríamos mucho porque siempre nos llevaba a dar una vuelta. Y con sus historias inventadas nos hacía imaginar y reír.
Fuente: SEP – Mi Libro de Segundo. Parte 2
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