En 1913, Charles Richet (1850 – 1935) ganó el Premio Nobel de Medicina, pero quizá la comunidad científica ignoraba que había sido un apasionado estudioso de la percepción extrasensorial, la hipnosis y el espiritismo.
En 1884, Richet conoció a la médium Eusapia Palladino, comprobó científicamente que en sus trances no había mentira ni truco, y nombró ectoplasma – del griego ektos, ‘fuera’ y plasma, ‘forma, molde’ – a la sustancia que exudaba la médium. Richet describe al ectoplasma como “una sustancia blancuzca, lechosa y blanda como el moco, que emerge de un orificio del cuerpo humano, como boca, oídos y nariz, aunque también de los ojos, pezones, e incluso de la vagina – como sucedía con la irlandesa Kathleen Golliger –, puede firmar nubes o velos, y huele a ozono”.
Fuente: Revista Algarabía Extra “Lo insólito y lo sobrenatural” Año 2 #3, p.17.
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