Contra los bancos no tengo mayores quejas. Ni creo que me están haciendo un favor, ni creo que me están estafando. El poco dinero que tengo prefiero guardarlo en el banco que entre las páginas de un libro, que siempre se me olvida cuál es, o como un amigo mío, que guardaba el fruto de diez años de trabajo entre los forros de un sombrero viejo – Fedora – de su difunto padre. El día en que compró una casa, se presentó en la notaría con una bolsa de papel que contenía medio millón de pesos y los restos de una dona. Mucho más elegante es llegar con un cheque certificado.
Fuente:
Revista Algarabía No. 88 Enero 2012, p. 28.
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