Su enorme interés por estudiar todas las cosas, por las ciencias concretas, llevaba a Sor Juana a coleccionar en su celda del Convento de San Jerónimo numerosos libros, instrumentos astronómicos e instrumentos musicales. Como todo le interesaba y "de admirarlo todo", —como ella misma decía—, experimentó en un campo al que también la conducía su oído a la hora de marcar el ritmo y crear sus versos: el mundo de la música. En su afán de relacionarlo todo, mezcló, desde luego, cuanto de música investigó con cuanto ya sabía, y acostumbrada a compartirlo todo con los demás, convirtió "su saber y sus pensares en materia de música" en un método práctico de enseñanza que fue muy elogiado por quienes lo conocieron.
La virreina Leonor quiso conocer el famoso método pero Sor Juana se excusó argumentando que aún estaba, y modesta como era la musa, "envolvió la excusa en símiles, y en una cantidad innumerable de hilos diáfanos, de conceptos y de sutiles recuerdos de sus lecturas y cogitaciones, enredados unos con otros en la maraña de las teorías y de los problemas que entonces quebraban el pensamiento de los músicos, alejados un tanto cuanto de la filosofía."
Dice el padre Diego Calleja, su biógrafo, que pareciendo a ésta "que las
ciencias que había estudiado no podían ser de provecho" a su familia
religiosa, a sus carísimas hermanas del convento, para agradecerles "el
hospedaje cariñoso que todas le hicieron, estudió el arte" de la música,
muy a propósito; y refiriéndose al tratado que escribió, agrega que alcanzó
dicho arte "con tal facilidad, que compuso otro nuevo y más fácil"
método, "en que se llega a su perfecto uso, sin los rodeos del
antiguo"; "obra, de los que esto entienden, tan alabada, que bastaba
ella sola, dicen, para hacerla famosa en el mundo".
Refiriéndose
el padre Calleja al Tratado que Sor Juana escribió después, escribiría:
Para ver si reducía
a mayor facilidad
las reglas que andan escritas.
A este método
lo llamó El Caracol, de acuerdo con la teoría de la música:
"...que es una línea espiral no un círculo la armonía y por razón de su forma, revuelta sobre sí misma, la intitulé el caracol, porque esa revuelta hacía.
El Tratado de Música de Sor Juana estuvo guardado por más de dos siglos, primero, en el convento Jerónimo, y luego en casa de los parientes de una de las religiosas que sobrevivió a la monja, y que se refugió con su familia cuando el convento, como los demás que había en México, fue clausurado al decretarse en el país las Leyes de Reforma. Esta venerable religiosa también rescató algunos objetos del Convento; sin embargo, todo se perdió en una de las tantas revueltas políticas que sufrió el país.
Fuente:
Los Grandes Mexicanos – Sor Juana Inés de la Cruz, Editorial Tomo, 3° edición, p. 74 – 76.
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