El Resurgimiento Moderno

Fascinada con la antigüedad grecolatina, la Europa del siglo XIX enfocó con grandes intereses el mundo clásico. Los arquitectos se melaban las grandes estructuras romanas en sus edificios neoclásicos. Los grandes poetas del romanticismo, como Lord Byron, viajaban a Grecia en busca de inspiración, y pintores como Lawrence Alma-Tadema recreaban las imágenes de esa etapa y sus personajes. Los grandes proyectos arqueológicos, como las excavaciones de Heinrich Schliemann en Grecia, habían dado nuevo realce a un modelo de belleza humana y de convivencia que se lograba sólo mediante la práctica compartida de las actividades físicas.

En ese contexto fue natural el interés por las antiguas disciplinas deportivas en las que se buscaba armonizar el cuerpo con el alma y dar al ejercicio un papel importante en la construcción de una sociedad. Europa, con su herencia y tradición humanistas, donde convivían decenas de culturas, parecía el terreno propicio para revivirlas. Con una amplia cultura general que incorporaba conocimientos de pedagogía, literatura y sociología, a finales del siglo XIX el barón Pierre de Coubertin propuso recuperar las prácticas deportivas de la antigüedad para llevar adelante todos estos ideales. El siglo XX se anunciaba como una época de concordia entre las naciones, estabilidad social y progresos en todas las ramas de la actividad. Dentro de esa visión esperanzadora, los deportes estaban llamados a cumplir un papel esencial.

De acuerdo con algunos historiadores, su idea partió de los Juegos Anuales de la Sociedad Olímpica Wenlock. Celebrados a partir de 1850 en Wenlock, Shropshire, Reino Unido (y activos hasta hoy) buscaban “la promoción del desarrollo moral, físico e intelectual de los habitantes del pueblo y las áreas vecinas de Wenlock, en especial de las clases trabajadoras, mediante el impulso de la recreación al aire libre y la entrega de premios en reuniones anuales y públicas al mejor desempeño en el ejercicio atlético...” De Coubertin visitó a la Sociedad Olímpica en 1890, la cual organizó un festival especial en su honor. El trabajo del doctor William Penny Brookes, responsable de los Juegos Anuales, lo inspiró a realizar su propio proyecto. El primer antecedente claro de su intención surgió en el discurso pronunciado el 25 de Noviembre de 1892ante la Unión de los Deportes Atléticos de París. En esas palabras De Coubertin aseguraba que en la internacionalización de los deportistas la paz tendría una poderosa aliada. En esa misma ocasión propuso dar un paso concreto: "Les pido su ayuda (...) para que juntos intentemos realizar, sobre una base adecuada para nuestras modernas condiciones de vida, la tarea espléndida y benéfica de revivir los Juegos Olímpicos."



Fuente:
Muy Interesante – “Gran Libro de las Olimpiadas. De Atenas 1896 a Beijing 2008”, Ed. Televisa, p. 11.

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