Con asesoría de su promotor y empresa a la que pertenece, los practicantes de este deporte en México se fueron identificando, según su estilo de lucha y personalidad, en dos bandos: rudos y técnicos. Los contendientes del bando de los rudos generalmente asumen el papel de villanos, intentando infligir daño al oponente con simulaciones de sacarle los ojos, retorcerle los dedos y otras técnicas ilegales. Mientras tanto, el bando de los técnicos, utilizan técnicas ortodoxas o legales, ganándose así la simpatía de los espectadores (“Lucha”, 2007).
En las funciones de lucha libre, de igual manera, se han ido incorporando diversos elementos de vestuario, escenografía, teatro, colorido, luces, llaves, contrallaves, lances, edecanes, lacayos, actitudes y preparación escénica del personaje. Todo va acompañado por las porras, tambores, lonas, matracas, gritos, abucheos, insultos y chiflidos que surgen de los eufóricos espectadores, que acuden a la Arena como una oportunidad de diversión, entretenimiento y desahogo, mientras animosos, son partícipes del constante enfrentamiento entre el bando de los rudos y técnicos (Ferro, 2001).
Los gladiadores son elevados por la afición a seres fantásticos de carne y hueso, con fuerzas y poderes especiales. Héroes, villanos, santos, demonios, animales humanizados o entes mitológicos, son algunas de las personificaciones que llevan al espectador a un universo distinto. La magia y fantasía se crean con el vestuario, porte, misterio y carisma alrededor de la personalidad del luchador (Ferro, 2001).
Fuente:
redalyc.org
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